LA MESSA E´FINITA. 1985. 94´. Color.
Dirección: Nanni Moretti; Guión: Nanni Moretti y Sandro Petraglia; Director de fotografía: Franco Di Giacomo; Montaje: Mirco Garrone; Música: Nicola Piovani; Diseño de producción: Giorgio Bertolini y Amedeo Fago; Dirección artística: Livia Del Priore; Producción: Achille Manzotti, para Faso Film-Titanus (Italia).
Intérpretes: Nanni Moretti (Don Giulio); Ferruccio de Ceresa (Padre de Giulio); Margarita Lozano (Madre de Giulio); Marco Messeri (Saverio); Enrica Maria Modugno (Valentina); Dario Cantarelli (Gianni); Giovanni Buttafava (Abogado); Luisa De Santis (Lucia); Roberto Vezzosi (Cesare); Pietro De Vico, Eugenio Masciari, Vincenzo Salemme, Anna Cesareni, Sandro De Santis, Mauro Fabretti, Antonella Fattori, Umberto Bellissimo, Bianca Pesce.
Sinopsis: Un sacerdote, que ha estado varios años destinado en Sicilia, regresa a su ciudad natal, Roma. Allí, no encuentra más que problemas.
No eran pocos los cinéfilos que conocían la obra de Nanni Moretti a mediados de los 80, pero la consolidación internacional del director italiano llegó gracias a La misa ha terminado, drama que describe la peripecia vital de un joven sacerdote que regresa a Roma, su lugar de nacimiento. El Oso de Plata que la película recibió en la Berlinale fue el espaldarazo definitivo a la carrera de un cineasta muy personal, que más allá de valoraciones subjetivas representa una de las excepciones a la palpable decadencia de la cinematografía italiana, sin duda una de las mejores del planeta desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en los años 80.
Incluso las verdades absolutas, como que el arte cinematográfico es el fruto del trabajo de muchas personas, admiten matices. El caso de Nanni Moretti, cuyas películas tienen siempre mucho de one-man-show, supone la quintaesencia del autor (también en lo que al narcisismo respecta), pues no sólo participa de forma muy activa en la escritura de los guiones de sus obras, sino que también las protagoniza, además por supuesto de dirigirlas. Esto ya era así en los años 70, cuando Moretti realizó sus primeros trabajos, y no ha cambiado durante el medio siglo que el cineasta romano de adopción lleva en activo. La misa ha terminado supone una ruptura con los anteriores films de Moretti, dado que en todos ellos había interpretado ante las cámaras al mismo personaje, Michele Apicella. En esta ocasión, el rol protagonista recae en un sacerdote, lo que podría resultar chocante, dada la ideología izquierdista de Moretti, pero lo es menos si se conocen las inquietudes morales del director y su interés en las cuestiones eclesiásticas, en calidad de observador externo.
Nunca sabremos el motivo por el que Giulio, un joven párroco italiano, deja su destino pastoral en Sicilia, entre cuyas gentes parece hallarse a gusto, y regresa a Roma, pero sí que toda la película es la crónica del rotundo error que para Giulio supone esa decisión. Si, como sugiere la escena en la que el sacerdote visita su antigua habitación en el domicilio familiar, se debe a causas sentimentales, podemos decir que La misa ha terminado es un film antinostálgico. En todo caso, se trata de una película crispada y misántropa, fruto del rosario de decepciones que va acumulando Giulio a medida que recupera el trato con su familia y su antiguo círculo de amistades. Para empezar, le espera una parroquia ruinosa, cuyo anterior titular renunció al sacerdocio para contraer matrimonio. La relación de sus padres, próximos a la vejez, se tambalea, y su hermana tiene un infeliz noviazgo con un ornitólogo. Más allá de las paredes del domicilio paterno, la cosa es aún peor, con un antiguo amigo procesado por terrorismo que se niega a aceptar su ayuda, otro que ha decidido renunciar al mundo a causa de una ruptura sentimental, y otro que se ha decidido a abrazar la religión sólo por el miedo que le producen la soledad y la muerte. En suma, a Giulio le rodea un montón de gente que podría ser feliz, pero que con sus actitudes y decisiones parece buscar exactamente lo contrario. Y él se sabe impotente, porque no se puede hacer nada por quienes se revuelcan gozosos en el fango. Trata de ofrecer ayuda y consuelo, cosa que nadie hace con él, pero esa impotencia le hace caer en la ira. El mundo exterior, para acabar de arreglarlo, sólo existe como enemigo: en él, te pueden agredir y humillar por una plaza de aparcamiento. Para comprender la película, sólo hay que ver que se inicia y concluye con una boda, y examinar las enormes diferencias entre una y otra ceremonia.
Como director, el estilo de Moretti es sencillo, y lo que busca es explicar la historia sin mayores complicaciones. Quienes aprecien el virtuosismo con la cámara de los realizadores, no encontrarán aquí mucho espacio para el disfrute. Moretti es pulcro y aplicado, pero su interés en la puesta en escena es secundario respecto a los que manifiesta por la narrativa y la interpretación. Se diría que dirige la película porque nadie la va a comprender como él, pero no por tratarse de un director de raza. El experimentado y brillante camarógrafo Franco Di Giacomo se ajusta al estilo semidocumental de Moretti, pero sabe captar el buscado contraste entre los bellos y luminosos paisajes sicilianos y una Roma que… es otra cosa. En cambio, la música de Nicola Piovani, que inició aquí su larga colaboración con Moretti, me parece demasiado deudora de algunos tics de su época y no está al nivel de sus mejores trabajos. Destacar la importancia en la película de la canción Ritornerai, de Bruno Lauzi, y el remanso de paz que supone la escena del bar mientras suena I treni de Tozeur, de Franco Battiato.
Nanni Moretti suele interpretarse a sí mismo, pero ya he mencionado que en este film adoptó por primera vez la forma de un personaje nuevo, en concreto un sacerdote que no es de los que ponen la otra mejilla, sino un tipo corriente con sotana al que le crispa sobremanera toda la estupidez que le rodea. A veces, el director Moretti le da demasiada cancha al actor Moretti, pero en algunas escenas, como la conversación del párroco con su madre, de cuerpo presente, la sensibilidad de ambos da muy buenos resultados. El veterano Ferruccio De Ceresa, actor notable y poco conocido fuera de su país, ofrece una gran interpretación del padre del protagonista, un tipo culto y más bien distante que nos muestra la patética belleza, valga la paradoja, de los amores otoñales. Marco Messeri da vida a Saverio, el amigo de juventud de Giulio que ha perdido la ilusión de vivir después de un fracaso amoroso. Cumple, sin más. Enrica Maria Modugno, cuyos fulgurantes inicios en el cine no tuvieron continuidad, ofrece un buen nivel como la infeliz hermana del sacerdote. Acertada interpretación de la española Margarita Lorenzo en el trágico papel de la madre del protagonista, y discreto Roberto Vezzosi como el neocatólico Cesare. Del resto, lo mejor es Lucia De Santis como esposa del cura que colgó la sotana por ella.
Con La misa ha terminado, Nanni Moretti llevó a cabo una obra airada, que rebosa misantropía. Al margen de que me parece una muy buena película, de las mejores suyas que he visto, no voy a ser yo quien diga que el director yerra en su enfoque.