REWIND & PLAY. 2022. 65´. Color.
Dirección: Alain Gomis; Guión: Alain Gomis; Montaje: Alain Gomis; Música: Thelonious Monk; Producción: Arnaud Dommerc, Alain Gomis y Anouk Khelifa, para Andolfi-Sphere Films (Francia-Alemania).
Intérpretes: Thelonious Monk, Henri Renaud, Nellie Monk.
Sinopsis: Imágenes inéditas de la aparición de Thelonios Monk en un programa de la televisión francesa.
Alain Gomis es un cineasta parisino que ha realizado diversas obras de ficción en el presente siglo, sin que ninguna de ellas, al menos que yo sepa, haya sido estrenada en España. Gomis afrontó su primer proyecto de no-ficción en Rewind & Play, obra que recupera los archivos visuales que registraron la visita del pianista de jazz Thelonious Monk a un plató de televisión francés al final de su gira europea de 1969.
A finales de los años 60, Thelonious Monk, que en los años de eclosión y auge del bebop, subgénero que tanto contribuyó a crear, había permanecido a la sombra de luminarias como Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Miles Davis o John Coltrane, y también de pianistas como Bud Powell, ya era considerado una leyenda del jazz, con frecuencia reclamada en Europa para encabezar los carteles de los festivales de mayor prestigio, si bien, por aquellos años, el rock se había asentado como el estilo musical más popular entre los jóvenes de todo el mundo y, con ello, el estatus de los músicos de jazz distaba de ser el mismo que apenas diez años antes. Al inicio de la película vemos a Thelonious Monk bajar del avión que le llevó hasta París, que le recibe con frío y un cielo grisáceo. Monk fuma y apenas habla, siendo Nellie, su esposa, quien se encarga de los temas logísticos. Con todo, el grueso de este mediometraje lo conforman las imágenes de la tensa grabación del programa especial que la televisión francesa grabó con Thelonious Monk como protagonista. Infinidad de tomas se suceden para ilustrar las difíciles circunstancias del encuentro, por la palpable incomunicación entre el pianista y su anfitrión, el músico francés Henri Renaud. Alain Gomis emplea el metraje recuperado para denunciar un comportamiento racista hacia Monk, pero con ello no sólo malogra parte de las virtudes de su propuesta, sino que muestra a su vez cierta ignorancia respecto a la figura que se propone defender. Es cierto que Renaud, que se presenta como amigo de Monk, y que en verdad fue el responsable del primer desembarco europeo del pianista, allá por 1954, se muestra incapaz de articular una entrevista decente, pero también que la persona que tenía delante era harto peculiar. A Thelonious Monk le cuadra la definición de genio, y ahí están sus composiciones para demostrarlo, pero era uno de esos seres con una habilidad increíble para el arte, en su caso la música, pero escasa capacidad para multitud de otros aspectos de la vida, entre ellos la interacción social, siendo Nellie, su compañera inseparable, quien se encargaba de todos los aspectos prácticos. Sin ella en el plató, a Monk se le ve sumamente incómodo, como un niño perdido. Eso sí, la obsesión de Gomis por mostrar los planos de detalle del rostro sudoroso del pianista roza la pornografía. Renaud se muestra incapaz de empatizar con su invitado, e intenta facturar una entrevista estándar, obviando el evidente disgusto de su interlocutor, que en cierto momento le implora que dejen correr la conversación y le filmen únicamente tocando el piano. El presentador, sin embargo, no sólo insiste en sacar respuestas aunque sea con calzador sino, y esto me parece lo realmente criticable de su comportamiento, que se dirige al director del programa para censurar aquello que no le gusta de lo poco que le dice el pianista, por ejemplo cuando este denuncia que, en aquella visita de 1954, le obligaron a pagar a los músicos que le acompañaban de su propio bolsillo y, siendo la estrella principal del evento, fue el que menos cobró de todos los que en él intervinieron. Por encima de todo eso, el gran atractivo de esta película es ver a Thelonious Monk haciendo lo que mejor sabía, tocar el piano, en un lugar en el que los técnicos están pendientes de sus cosas y a él, como era habitual, no parecía importarle nada de cuanto sucedía a su alrededor. Aunque el silencio que rodeó a Monk en los últimos años de su vida ya estaba cerca de llegar, aquí vemos al pianista creando arte en mitad del desastre, en su propio mundo, generando una interconexión entre él y su instrumento que sólo los verdaderos melómanos serán capaces de entender. Tan poco ortodoxo como creativo, Monk ataca un repertorio que conoce de sobras (gran parte de él son composiciones propias, y el resto, célebres estándares) como un improvisador puro, que parece desconocer lo que va a sonar hasta el mismo momento en que ataca las teclas. Contemplar y escuchar esto es un placer que alivia lo desagradable que es el resto de la aparición televisiva de este músico prodigioso.
Alain Gomis quiere hacer un alegato antirracista a través de imágenes de archivo, y no seré yo quien minusvalore el interés del material inédito por él recuperado, pero lo que queda de Rewind & Play es el genio de un músico, incluso durante una entrevista de mierda.