DREIMAL EHE. 1935. 17´. B/N.
Dirección: Detlef Sierck (Douglas Sirk); Guión: Hans Fritz Köllner; Dirección de fotografía: Willi Winterstein; Montaje: Detlef Sierck (Douglas Sirk); Música: Edmund Nick; Producción: Peter Paul Brauer, para UFA (Alemania).
Intérpretes: Harald Paulsen (Marido); Elisabeth Lennartz (Esposa); Rudolf Schündler (Invitado); Hans Leibelt (Doctor); Lore Schützendorf, Hella Graf, Gaby Gardner.
Sinopsis: Un matrimonio discute cuando el marido llega a casa y encuentra a su esposa charlando con dos invitados a quienes no esperaba encontrar allí.
Mucho antes de viajar a Hollywood y de convertirse allí en uno de los reyes indiscutibles del melodrama, Douglas Sirk rodó diversas películas en su país de origen, Alemania, utilizando para firmarlas su nombre auténtico, Detlef Sierck. Una de las primeras producciones del luego afamado director fue Matrimonio por tres, cortometraje en clave de comedia en el que se perciben importantes influencias de Ernst Lubitsch, cineasta pionero en eso de emigrar a los Estados Unidos y alcanzar allí el estrellato. Esta película, de la que se han perdido las pistas de sonido y que podemos disfrutar gracias a la ardua y meticulosa restauración llevada a cabo por la Fundación Friedrich Wilhelm Murnau, es considerada la primera en la que la narración se articula en flashbacks contradictorios, mucho antes de que Akira Kurosawa asombrara al mundo utilizando esta técnica en el guión de Rashomon, su primer gran éxito internacional.
En los años en los que Detlef Sierck inició su carrera en el cine, la gran productora cinematográfica alemana, la UFA, era apenas una pálida sombra de lo que había sido apenas un lustro atrás, a causa de la fuga, casi siempre por motivos políticos, de muchos de sus más prestigiosos profesionales después de la llegada al poder del Partido Nazi, a principios de 1933. Esta lamentable circunstancia facilitó el camino a nuevos talentos, como el mismo Sierck, que trataban de hacerse un nombre en una industria bendecida por el régimen de Hitler, pero sometida a un férreo marcaje ideológico promovido por el Ministerio de Propaganda que lideraba Joseph Goebbels. Matrimonio por tres no escapa al yugo político, pues bajo su apariencia de alta comedia de ambiente burgués subyace un mensaje antidivorcista y una apología de la procreación, aspectos que, por otra parte, tampoco eran ajenos al cine estadounidense posterior a la promulgación, también en 1933 (un gran año para la libertad, sin duda), del tristemente célebre Código Hays. En este caso, salvan el producto la elegancia en la puesta en escena que ya caracterizaba a Sierck y, sobre todo, la gracia de un guión, escrito por Hans Fritz Köllner, que demuestra que el fascismo es capaz de tolerar ciertas dosis de ingenio.
A la hora de contemplar esta película, el espectador se encuentra con el handicap de la ausencia del sonido, importante dado que el film fue concebido en todo momento como obra sonora. Los restauradores tratan de superar esta dificultad, y lo hacen bien dentro de lo posible, introduciendo intertítulos que incorporan diferentes líneas del guión, si bien salta a la vista que en el proceso nos hemos perdido diversos diálogos, así como la partitura musical compuesta por Edmund Nick. Con todo, y a pesar de los obstáculos, la comprensión de este trabajo de clara connotación teatral es sencilla para el público. Es este quizá el aspecto que más se le puede discutir al director, pues la elegancia del conjunto no esconde una puesta en escena demasiado deudora de la disciplina artística de la que provenía Sierck, el teatro. Hay poco de cinematográfico en Matrimonio por tres, cuya principal fuente de brillo es sin duda un libreto que no obvia los lugares comunes ni intenta contravenir los valores del régimen, pero que presenta con ligereza e ingenio cómo una discusión matrimonial, en apariencia liviana, degenera en una impulsiva visita de la pareja a un abogado experto en divorcios. El motivo de la disputa radica en el enfado del marido, que regresa del trabajo esperando encontrar la comida en la mesa y lo que encuentra, en cambio, es a su esposa departiendo animadamente con una pareja de semidesconocidos, el miembro masculino de la cual se muestra en extremo galante con la anfitriona. Que, a su vez, el esposo contrariado colme de atenciones a la invitada no hace sino atraer a su mujer a la senda del cabreo. Hasta aquí, sin embargo, lo que tenemos es una comedia más sobre la guerra de sexos, simpática pero no excepcional. Lo meritorio llega a partir de aquí, cuando marido y esposa le explican al abogado su antagónica versión de los hechos, que la película recoge al dedillo… después de haber narrado cómo sucedió todo en realidad. Tenemos, pues, una narración objetiva, y dos subjetivas de los mismos hechos, que en realidad son tres, porque el licenciado, en la parte menos satisfactoria del texto por la moralina que desprende, ofrece a la pareja su versión de cómo debieron ocurrir los hechos. Es en esta alternancia de puntos de vista donde reside el principal elemento de interés de esta película.
En Matrimonio por tres hallamos al Detlef Sierck aún en pleno proceso de adaptación a un nuevo medio, pero no todavía al excelente director de actores, y en especial de actrices, que sería con el tiempo. Harald Paulsen, actor de lo más prolífico desde los tiempos de la posguerra, pero cuyo nombre no figura, sin embargo, en ninguno de los títulos que hicieron del cine alemán uno de los más importantes del mundo en el período que transcurre entre 1918 y 1933, se muestra envarado y en exceso teatral en el papel de marido a la vieja usanza. Mucho mejor que él, y esto es en sí mismo una paradoja, se muestra Elisabeth Lennartz, una actriz cuyo terreno predilecto eran las tablas y que apenas tuvo una carrera cinematográfica propiamente dicha. Dos ilustres del cine alemán como Hans Leibelt, aquí en la piel del doctor, y Rudolf Schündler, que a pesar de su escasa experiencia en el cine había participado en la última película rodada en Alemania por Fritz Lang y luce como invitado adulador, aportan su buen hacer al conjunto.
Obra primeriza de un director luego muy famoso, a quien aquí vemos todavía demasiado rehén del teatro, del que provenía, Matrimonio por tres merece ser vista por su carácter pionero en la alternancia de puntos de vista, que le hace ser algo más que la comedia simpática que aparenta.