Un concierto de Pat Metheny es para mí una ocasión muy especial, máxime si tenemos en cuenta que llevaba siete años sin ver actuar a este genio, cuya música me acompaña, y esto no es una frase hecha, desde hace más de tres décadas. El maestro de Missouri está embarcado en una gira mundial en solitario, e hizo escala la noche del jueves en el Palau de la Música Catalana. En todo este tiempo sin vernos, Metheny ha cumplido 70 años, aunque por su aspecto y el nivel musical que mantiene nadie lo diría, y a un servidor le han sucedido muchas cosas, la mayoría malas. Por eso y porque, de las muchas veces que he visto actuar a esta verdadera leyenda de la guitarra, en ninguna de ellas únicamente él ocupaba el escenario, me regalé algo que también hacía diferente este concierto de todos los anteriores: una entrada en primera fila, con lo que la puesta en escena estaba lo más cerca posible de un concierto privado.
En este momento de su carrera, los espectáculos de Pat Metheny se organizan en torno a medleys, con una creciente predilección hacia el formato acústico: tras la ovación inicial llegó el primero, en el que el artista encadenó diferentes éxitos de las distintas etapas de su dilatada trayectoria, que concluyeron con un This is not America que cobró especial relevancia en vista del resultado electoral en los Estados Unidos. Acto seguido, Metheny cogió el micrófono, preguntó cuántos de los presentes le habíamos visto actuar antes en directo (el Palau se llenó de manos alzadas), y anunció que iba a hablar más que en todos los conciertos previos que había ofrecido en Barcelona, el primero de los cuales tuvo lugar hace 40 años. Metheny miró atrás, recordó su infancia en un pequeño pueblo de Missouri, privilegiado vástago de una estirpe de músicos centrada en la trompeta. Explicó que su vocación musical se inició, como tantas otras, escuchando a los Beatles, pero que todo le dio un vuelco cuando escuchó Four and more, un álbum de Miles Davis que había comprado su hermano Mike. Según Metheny, su poca destreza con la trompeta le empujó a la guitarra, y a través de ella no sólo hizo carrera, sino grandes amigos músicos como Charlie Haden, con quien grabó un álbum de belleza infinita, Beyond the Missouri skies, que protagonizó la siguiente tanda de música, cuyo punto álgido lo pusieron las notas del tema principal de Cinema Paradiso, escritas por otro maestro inigualable como Ennio Morricone. Emoción pura, tras la cual Metheny continuó su particular masterclass para contarnos su reciente fascinación por la guitarra barítono, un instrumento muy poco utilizado más allá del country que protagoniza Moondial, el último de los 53 (él dice que no lleva la cuenta) discos publicados por el guitarrista. Con ella, abordó pasajes llenos de sensibilidad, como su versión de Alfie, pero también fue capaz, a través de una furiosa incursión en el free jazz, de demostrar que un solo hombre con una guitarra acústica puede sonar tan agresivo como una banda de trash metal. No podía faltar la guitarra Pikasso, compañera inseparable de Pat Metheny desde hace ya muchas giras.
En la segunda parte del concierto disfrutamos del Metheny eléctrico, que es con quien más familiarizados estamos sus seguidores antiguos, y el Palau respondió con atronadores aplausos, en especial cuando entró en escena el Orchestrion, ese prodigio tecnológico-musical que sólo puede surgir de un cerebro tan talentoso como hiperactivo, y se vivió la única incursión del artista en otro de sus tótems, la guitarra sintetizada. La digitación vertiginosa ha dejado paso a un toque más intimista, pero este señor de 70 años todavía es capaz de llenar él solo un escenario durante dos horas y media, tocando muchos de los pasajes más complicados de su repertorio. Al final, tres bises, dos de ellos acústicos, precedidos por sendas exhibiciones de reconocimiento de un Palau puesto en pie, marcados por la nostalgia, pues todos remitían a los orígenes del guitarrista en la música, en especial los dos temas ajenos, Wichita lineman y la formidable versión de esa pieza inmortal de los Beatles titulada And I love her. Por lo que a mí respecta, este concierto va a ser un recuerdo imborrable, por la música y por las circunstancias que lo rodearon. Al final, dos veteranos aficionados que se sentaban a mi derecha le dieron las gracias a Pat Metheny. Yo se las estoy dando ahora, pero se las he dado ya muchas veces sin que él me escuchara. Y espero seguir dándoselas por mucho tiempo.
El maestro y sus máquinas:
Metheny, una guitarra acústica y Brasil: