PERSEPOLIS. 2007.95´. B/N-Color.
Dirección: Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud; Guión: Vincent Paronnaud, basad en el cómic de Marjane Satrapi; Montaje: Stéphane Roche; Música: Olivier Bernet; Diseño de producción: Marisa Musy; Dirección artística: Hicham Kadiri; Producción: Xacier Rigault y Marc-Antoine Robert, para 2.4.7. Films- France 3 Cinéma-The Kennedy/Marshall Company-French Connection Animations-Diaphana Distribution (Francia-EE.UU.).
Intérpretes: Chiara Mastroianni (Voz de Marjane adolescente y adulta); Catherine Deneuve (Voz de la madre); Danielle Darrieux (Voz de la abuela); Simon Abkarian (Voz del padre); Gabrielle López (Voz de Marjane niña); François Jerosme (Voz del tío Anouche); Sophie Artuys, Jean-François Gallotte, Arié Elmaleh, Mathias Mlekuz, Sasha Alliel, Lesceline Hasse, Virginie Antico, Nicolas Leroy, Hubert Benhamdine, Tilly Mandelbrot, Vincent Paronnaud, Marjane Satrapi.
Sinopsis: Marjane, una niña que creció en una familia iraní de clase alta pero hostil al régimen del Sha, explica cómo ha sido su vida a raíz del triunfo de la revolución islámica en su país.
Dicen que todas las vidas merecen ser contadas, pero está claro que unas lo merecen más que otras, y que la de Marjane Satrapi es de las que merece la pena conocer. Esta mujer iraní emigrada a Francia narró sus años de infancia y adolescencia en Persépolis, un cómic autobiográfico que impactó en Occidente por su visión realista y descarnada de la vida en Irán, un país que, debido a la distancia cultural y al hermetismo de su régimen, es casi siempre observado en Europa desde el estereotipo, ya provenga este de la progresía bienpensante o de las derechas racistas. Fue la propia Satrapi la que se encargó de la adaptación cinematográfica de su historia, formando pareja artística con el escritor y guionista Vincent Paronnaud. El bagaje tras las cámaras de ambos se resumía a un cortometraje dirigido por este último, pero a pesar de la inexperiencia de sus artífices, la película cosechó también un gran éxito, con premio del jurado en Cannes incluido y una nominación al Óscar que le valió a Marjane Satrapi para convertirse en la primera mujer candidata a la estatuilla por el mejor film de animación. Por supuesto, el muy progresista y tolerante régimen iraní puso mucho empeño en evitar la divulgación de la película, pero se jodió, sentimiento al que en los últimos tiempos se está acostumbrando bastante.
Marjane es una niña nacida en una familia de clase alta, pero ilustrada y militante, que desafía la tiranía del Sha, un títere al servicio de las potencias occidentales que reprimía a su pueblo con mano de hierro. En esa sociedad europeizada pero sometida al yugo del déspota, los disidentes políticos son carne de ejecución, cárcel o exilio, tal y como le sucede a Anouche, tío de Marjane, que regresa a casa después de pasarse nueve años en prisión a causa de su ideología comunista. La estrella de la función es una niña inteligente y rebelde, que tiene una relación muy especial con su abuela, una mujer de recios principios que inculca a su nieta la necesidad de mantener la integridad moral en cualquier circunstancia. Como suele suceder, y más en sociedades en las que apenas tiene cabida la democracia, las ansias de libertad que provocaron la caída del Sha supusieron la llegada al poder del régimen de los ayatollahs, que en poco tiempo dejó al depuesto tirano a la altura del betún en cuanto a crueldad, persecución de la disidencia y ejercicio despótico del poder político. En medio de ese ambiente opresivo, Marjane llega a la adolescencia, y su rebeldía hace que, para evitar problemas, sus padres decidan enviarla con unos familiares a Austria. Allí, la joven conocerá in situ las sociedades occidentales, pero su periplo tiene poco de satisfactorio y, reducida prácticamente a la indigencia, opta por regresar a un país todavía peor que el que dejó sólo unos pocos años antes.
Pedirle objetividad a una autobiografía, o criticarla por no tenerla, es una ingenuidad que no voy a cometer. Persépolis es subjetiva hasta el tuétano, visceral, lúcida, valiente y desencantada. Marjane Satrapi puede ser al principio una niña malcriada y un tanto redicha, pero su temperamento libre e inconformista es lo que la convierte en una mujer sólo fiel a sí misma, ese tipo de carácter que causa problemas a quienes lo poseen en todas partes, pero que en regímenes totalitarios puede llevarle fácilmente a uno ante un pelotón de fusilamiento, o cuanto menos a pasar buena parte de su vida entre rejas o viéndose forzado a emigrar. Persépolis es también la crónica de una muy singular iniciación a la vida adulta, pero es ante todo la denuncia de un régimen vomitivo, que invierte no pocos recursos en propaganda exterior, mucha de ella destinada a financiar a colectivos que se autodefinen como feministas y de izquierdas sin el más mínimo pudor. Marjane Satrapi explica en esta película qué significa ser feminista y de izquierdas en Irán, lo que hace que su visionado sea tan incómodo como necesario. En la puesta en escena, ni ella ni su cómplice Vincent Paronnaud se dedican a hacer experimentos, recreando con fidelidad la estética del cómic, claramente influenciada por el expresionismo alemán, sin que falte un homenaje al cuadro más célebre de Edvard Munch, a la postre el símbolo supremo de este movimiento artístico que, en cine, tuvo su eclosión gracias a El gabinete del doctor Caligari, obra a la que Persépolis rinde tributo, o directamente fusila, pues esta clase de influencias tan marcadas uno tampoco sabe muy bien cómo definirlas. Imágenes, situaciones y diálogos definen el horror de vivir bajo una tiranía teocrática, pero en muchos momentos los autores recurren al humor, imprescindible válvula de escape ante el absurdo de vivir encadenado por unos dirigentes que, de puertas adentro, han creado un statu quo que posibilita que unos fanáticos puedan apalizar hasta la muerte a una mujer por no llevar bien puesto el velo, y salir impunes. Los codirectores utilizan la sátira para acentuar la fanática estupidez de los guardianes de la moral islámica, y con ello consiguen un doble efecto: ridiculizar al objeto de sus golpes y, a la vez, alejar su relato del panfleto. Otro aspecto a destacar es la música compuesta por Olivier Bernet, que también debutaba en el largometraje y elaboró una partitura poderosa y con variedad de registros.
En la versión original francesa, que es la que recomiendo ver, es Chiara Mastroianni quien se encarga de prestar su voz a la Marjane adolescente y adulta, y lo cierto es que esta actriz demuestra haber heredado parte del talento de su ilustre linaje, logrando hacer partícipe al espectador de la energía, la firmeza en las convicciones y el espíritu indómito de la protagonista, pero también de la inevitable zozobra ante las difíciles circunstancias que debe afrontar. En un guiño familiar, es su propia madre en la vida real, Catherine Deneuve, quien interpreta a la madre de Marjane en la ficción. Esta gran diva del cine francés vuelve a estar a la altura de su fama, aunque el mayor lucimiento quede para Danielle Darrieux, que da voz al personaje que ejemplifica la sabiduría y la solidez moral en la película, la abuela de Marjane. Simon Abkarian no desentona frente a sus compañeras, mientras que Gabrielle López, actriz de efímera carrera, compone a una Marjane niña pizpireta y graciosa, pero un punto repelente. François Jerosme es otro eslabón importante de este notable reparto, dando vida a Anouche, un hombre de firmes convicciones marxistas que cree, de forma ingenua, que el pueblo cae en la tiranía a causa de la ignorancia y no de la maldad.
Gran película, punzante y directa a la yugular de un régimen asesino de su propio pueblo y, para los despistados, máximo valedor a todos los efectos de organizaciones terroristas como Hamas y Hezbollah. Hay películas que rezuman verdad, y Persépolis es una de ellas. En su carrera posterior, ni Marjane Satrapi ni Vincent Paronnaud han igualado las cotas aquí conseguidas, pero ahí queda su valiente testimonio de una realidad que muchos desearían ocultar.