JOE STRUMMER: THE FUTURE IS UNWRITTEN. 2007. 119´. Color.
Dirección: Julien Temple; Guión: Julien Temple; Director de fotografía: Ben Cole e Ivan Suvanjieff; Montaje: Niven Howie, Mark Reynolds y Tobías Zaldúa; Música: The 101ers, The Clash, Joe Strummer & The Mescaleros, etc.; Supervisión musical: Ian Neil; Producción: Anna Campeau, Amanda Temple, Orlagh Collins, Susan Mullen, Stephan Mallmann y Alan Moloney, para Parallel Film Productions-Film4-Nitrate Films-Sony BMG Feature Films (Reino Unido).
Intérpretes: Joe Strummer, Mick Jones, Terry Chimes, Paul Simonon, Damien Hirst, Tymon Dogg, Laura Jamieson-Black, Don Letts, Jean McConachie, Moe Armstrong, Julian Bennett Holmes, Bez Berry, Jack Checker, Bono, Steve Buscemi, Helen Cherry, John Cooper Clarke, John Cusack, Johnny Depp, Matt Dillon, Sarah Driver, Joe Ely, Flea, Dick Evans, Antony Genn, Bobby Gillespie, Roland Gift, Topper Headon, Bob Gruen, Palmolive, Jim Jarmusch, Anthony Kiedis, Bernie Rhodes, Martin Scorsese.
Sinopsis: Biografía del cantante punk inglés Joe Strummer, célebre por ser el líder de The Clash.
La carrera de Julien Temple constituye un completo compendio de la historia del pop-rock británico desde sus comienzos profesionales, que coincidieron con la eclosión del punk. Después de haber dedicado distintos trabajos a los Sex Pistols, formación junto a la que Temple dio inicio a su trayectoria, el director se centró, pocos años después del prematuro fallecimiento del cantante, en la otra banda señera del punk británico, The Clash, y en concreto en la figura de su líder, Joe Strummer. Merecedora del galardón al mejor documental británico, la película es un completo repaso a la vida de un icono del rock, que dejó huella por su música y por su carisma.
Debo decir que no soy un fanático de The Clash, y que el punk en general no es lo mío. Strummer y su banda fueron capaces de alternar grandes canciones con otras muy flojas, y creo que su falta de pericia técnica, rasgo común a los músicos de ese género tan iconoclasta, les impedía distinguir a las unas de las otras. No veo, pues, la película con los ojos del admirador, lo cual no supone un obstáculo para apreciar su calidad, ni para comprender la influencia de Joe Strummer entre músicos de distintas generaciones. Julien Temple es uno de los mejores directores de documentales musicales de la historia, y este trabajo es una confirmación de ello. Empieza con la noticia del fallecimiento del biografiado, ocurrido en el año 2002. A partir de ahí, la narración se enmarca en los cánones usuales: biografía cronológica, abundante material de archivo y desfile de amigos, conocidos y personalidades para completar el retrato del protagonista. El arte de Temple radica en la manera de presentar esa fórmula tan típica, en la calidad de las imágenes, el espléndido montaje y el profundo conocimiento que muestra de la trayectoria de Joe Strummer. El film se centra en aspectos poco conocidos de la vida del cantante, como su epifanía musical después de ver actuar a los Rolling Stones, el trauma que le supuso la pérdida de su hermano, un chico muy tímido que se quitó la vida en la adolescencia después de un abierto coqueteo con agrupaciones de extrema derecha, o la vida errante y rayana muchas veces en la indigencia que llevó después de abandonar un hogar familiar que, de todas formas, no era muy suyo, pues los hermanos Strummer pasaron gran parte de la infancia y la primera adolescencia en internados. Con todo, el eje central de esta obra se centra en el dilema de un hombre que, desde sus primeros pasos en la música al frente del grupo The 101ers -con marcadas influencias del rockabilly-, a la vez ansiaba y detestaba la popularidad y la fama. Como a otros jóvenes de su época que eran considerados poco menos que desechos sociales, el punk proporcionó a Joe Strummer el pasaporte a la gloria, pero no puede decirse que esta le hiciera especialmente feliz.
El liderazgo de Joe Strummer imprimió el sello a The Clash: a diferencia de los Sex Pistols, que hicieron del nihilismo su bandera, la banda formada en el oeste de Londres defendía unos postulados abiertamente marxistas, omnipresentes en sus letras. En lo musical, las diferencias eran también notables: Strummer era un gran melómano, que disfrutaba escuchando discos editados en cualquier lugar del mundo, y eso hizo que incorporara a sus canciones influencias del reggae, el ska, el funk y otros estilos, muchas veces originarios del Caribe o África. Todo esto queda patente en el enciclopédico repaso de Temple, que sin avasallar muestra valiosos documentos del auge y la decadencia de un grupo que arrasó en su país natal sin perder su esencia, pero al que su éxito en Estados Unidos llevó a convertirse en poco menos que aquello que siempre odió. Llama la atención que el film no dedique apenas tiempo al álbum más célebre de The Clash, London Calling, como si el director quisiera decirnos: esto ya os lo sabéis. Otros aspectos clave, como la en ocasiones turbia influencia del manager Bernie Rhodes (quien, entre otras cosas, provocó el despido del otro peso pesado de los Clash, el guitarrista Mick Jones, hecho que terminó por provocar la disolución del grupo), sí tienen bastante presencia en el metraje, como también la trayectoria errante de Strummer, un personaje muy dado al nomadismo, en los años posteriores a la separación del grupo que le convirtió en estrella.
En el desfile de celebridades que emiten su testimonio, casi siempre laudatorio, del biografiado, hay de todo. Uno prefiere, por auténticas, las declaraciones de los compañeros de banda de Strummer, así como las de sus antiguas parejas, pues contribuyen a ofrecer una visión más ecuánime, y por lo tanto más real. La cargante pomposidad de Bono aparece una vez más, Steve Buscemi aporta gracia, y Bobby Gillespie da voz a los músicos influenciados por The Clash. Como último apunte, decir, y la película así lo muestra, que algunas de las cosas musicalmente más interesantes que hizo Joe Strummer las grabó junto a The Mescaleros, el grupo que formó a finales de los años 90, abandonado ya el largo retiro del primer plano que emprendió tras la disolución de los Clash.
Gran trabajo de Julien Temple, disfrutable tanto por fanáticos y especialistas como por neófitos. Eso sí, no llega a la altura de las mejores obras del director, maestro de la no-ficción musical.