AS BESTAS. 2022. 136´. Color.
Dirección: Rodrigo Sorogoyen; Guión: Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen; Dirección de fotografía: Álex de Pablo; Montaje: Alberto del Campo; Música: Olivier Arson; Diseño de producción: José Tirado; Producción: Ibon Cormezana, Rodrigo Sorogoyen, Eduardo Villanueva, Ignasi Estapé, Jérôme Vidal, Jean Labadie, Anne-Laure Labadie, Nacho Lavilla y Thomas Pibarot, para Arcadia Motion Pictures-Caballo Films-Cronos Entertainment-Le Pacte (España-Francia).
Intérpretes: Marina Fois (Olga); Denis Ménochet (Antoine); Luis Zahera (Xan); Diego Anido (Loren); Marie Colomb (Marie); Luisa Merelas (Madre Anta); José Manuel Fernández Blanco (Pepiño); Federico Pérez Rey, Javier Varela, David Menéndez, Xavier Estévez, Gonzalo García, Pepo Suevos.
Sinopsis: En una aldea casi deshabitada de Galicia, los intereses de dos familias vecinas, una de ellas llegada desde Francia, divergen hasta generar un violento desencuentro.
La consagración definitiva de Rodrigo Sorogoyen como uno de los grandes directores en activo del cine español llegó tras una brillante incursión televisiva, que sucedió a su proyecto cinematográfico peor recibido en una década: la versión larga de Madre, el cortometraje que le supuso una nominación al Óscar. As bestas se inspira en un hecho real sucedido en Galicia a principios de este siglo, y es un redondo drama rural con elementos del thriller y el western. Nueve Goyas, entre ellos los de mejor película y director, y el César a la mejor película extranjera coronaron la trayectoria de un film que, para la mayoría de críticos, es el mejor de los rodados por Sorogoyen. He de decir que discrepo en parte, y no porque As bestas no sea una magnífica película, sino porque considero a Que Dios nos perdone y, en especial, a El reino, como dos de los mejores largometrajes españoles del siglo XXI.
En las dos obras antes mencionadas, Rodrigo Sorogoyen había demostrado tres cosas: que el valor de su cine está muy por encima de modas, que tiene mano diestra a la hora de generar tensión y que domina los tonos grises, cualidad digna de alabanza en un mundo donde parece que todo tenga que ser blanco o negro, y a la vez poco frecuente en el audiovisual español, tan dado a tomas de posición ideológica rayanas en lo panfletario. As Bestas, ambientada en Galicia pero rodada en la fronteriza comarca leonesa del Bierzo, puede verse como la genealogía de un crimen: arranca retratando un soterrado conflicto vecinal, y mano de hierro disecciona cómo, poco a poco, las irreconciliables posturas de los protagonistas de la historia dan lugar a una espiral de violencia. Tenemos, por un lado, al matrimonio formado por Olga y Antoine, dos franceses de clase media-alta y sólido bagaje intelectual que, luego de huir de la ciudad e ir dando vueltas por el mundo, fueron a parar a una remota aldea gallega en la que decidieron establecerse y ganarse la vida cultivando frutas y hortalizas ecológicas. Los terrenos contiguos pertenecen a una modesta familia de ganaderos, formada por una matriarca anciana y sus dos hijos, el menor de los cuales padece una minusvalía psíquica causada por un accidente durante la rapa das bestas, festejo típico de la Galicia rural en el que los hombres inmovilizan a los caballos salvajes para cortarles las crines y desparasitarlos. Precisamente, un rótulo relativo a esa fiesta da comienzo a una película cuyo prólogo ilustra la acción descrita en una cámara lenta que deja ver que la acción cinematográfica pasó a ser algo distinto después de Sam Peckinpah. De hecho, la forma de rodar esas imágenes, bajo el plomizo cielo gallego, me recuerda a las escenas de rodeo de Junior Bonner, quizá la menos conocida de las mejores películas de ese cineasta rompedor. El detonante del conflicto viene de muy lejos, en concreto de ese mundo del que Olga y Antoine quisieron escapar, por la acción de esos poderes económicos que sólo se acuerdan de las zonas rurales cuando se trata de inflar su cuenta de beneficios con lo que puedan sacar de ellas. Una gran empresa planea construir un parque eólico en la comarca, e hizo llegar a sus moradores una propuesta de indemnización para que abandonaran sus tierras, dándose la paradoja de que los recién llegados no transigieron, y quienes llevaban allí toda la vida no deseaban otra cosa que coger el dinero y escapar hacia cualquier otro sitio. En tales intereses contrapuestos hallamos el eje que todo lo mueve en la película.
Ese espléndido dúo de guionistas que forman Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña urde una trama que rebosa autenticidad, en la que se huye de la babosa romantización de eso que llaman la España vaciada (tendencia contemporánea muy querida por gentes que sólo han visto hoces en las banderas del Partido Comunista), y se pone el acento en la dureza de la vida en el campo. En As bestas hay también un conflicto de clases, descrito como todo lo demás, con mucho más rigor que pasión. Sorogoyen describe, pero juzga lo mínimo. Lo admirable de esta película, a mi juicio, se encuentra en las tres escenas en las que Antoine y sus vecinos coinciden en el único bar de la aldea: en la primera hay tensión, pero el evidente resentimiento de Xan hacia el extranjero molesto y su tono provocador tienen un cierto aire jocoso, lo que nos permite asistir a un conflicto en estado embrionario; en la segunda, vemos cómo se ha desarrollado ese embrión y en la tercera, magistral desde el primer al último fotograma, además de mearse en el topicazo de que hablando se entiende la gente, comprendemos que ya no hay vuelta atrás. Aspecto destacable es que el crimen no concluye la película, sino que esta se extiende al largo período transcurrido entre su comisión y su esclarecimiento, circunstancia que también se dio en el caso real que Peña y Sorogoyen utilizaron como base de su guión. Hay quien tilda estos tres cuartos de hora de metraje de anticlímax, pero creo que esa afirmación es, en su mayor parte, falsa. Primero, porque las consecuencias de un crimen deben explicarse, y más aún las de uno no esclarecido. También porque nos permite aproximarnos a una investigación policial de verdad, con su lentitud, sus trabas legales y su escasez de medios. En el empecinamiento de Olga en no abandonar sus tierras y en hallar el cuerpo de su marido, aspecto capital para que lo que podría ser una desaparición pase a ser un homicidio, conviven la sed de justicia y el espíritu de venganza, pero esto es lo que da lugar a escenas brillantes como la del reencuentro entre víctimas y victimarios en la feria de ganado. La entrada en escena de la hija de Olga y Antoine aporta el punto de vista externo, aunque en el cruce de reproches con su madre se halle quizás el punto menos logrado de una película en la que destaca la fotografía de Álex de Pablo, que ensalza la agreste belleza del terreno y lo muestra bajo ese cielo siempre gris de Galicia. As bestas es una obra muy oscura, en lo argumental y en lo cromático, pero en la que, paradójicamente, todo está muy claro. La música de Olivier Arson, otro de los miembros fijos del equipo de Sorogoyen, evita los ruralismos folklóricos y adopta un cierto aire primitivista que casa bien con la naturaleza de un film que, en definitiva, nos dice que nuestra condición de animales racionales es, como poco, discutible. Mención especial a cómo se maneja en la película el tema idiomático: los protagonistas tejen la discordia en su lengua, y la plasman en la común.
Marina Fois es una actriz de amplia trayectoria en Francia, pero poco conocida al sur de los Pirineos. Su trabajo es muy sólido, e ilustra la capacidad de resistencia de su personaje, un ser firme en sus convicciones pero, en muchos sentidos, el único en la película al que puede calificarse de civilizado. Denis Ménochet posee una carrera internacional más extensa que la de su compañera, y le hemos visto, por ejemplo, en Malditos bastardos. En Antoine, el hombre al que da vida, confluyen el pionero trabajador e ilustrado y el guiri condescendiente que viene a iluminar a los salvajes nativos. La cualidad de Ménochet estriba en no coartar esa dualidad tan presente en el guión. No obstante, quien arrasa en el aspecto interpretativo es Luis Zahera, cuyo trabajo roza por momentos la perfección. Todos hemos conocido a personas como Xan, que nos muestran que se puede ser un pobre hombre y, a la vez, dar mucho miedo. El actor gallego borda este personaje, un rol de esos que marcan una carrera. Diego Anido cumple en el papel de Loren, un hombre marcado por su minusvalía y que, a causa de ella, es poco menos que Cesare a merced de ese Caligari alcohólico, primario y resentido que es su hermano mayor. Marie Colomb, que interpreta a la hija del matrimonio francés, se muestra como una actriz prometedora. El resto de secundarios, muchos de ellos intérpretes no profesionales, cumple con su cometido de imprimir veracidad a la narración.
As bestas es la España negra en el siglo XXI. Es, también, la muestra de que Sorogoyen es el cineasta español de lo que llevamos de centuria, con permiso de Alberto Rodríguez. Y no es, en mi opinión, mejor que El reino. Está a su nivel, lo que es muchísimo.