BACK STAGE. 1919. 21´. B/N.
Dirección: Roscoe Fatty Arbuckle; Guión: Jean C. Havez; Director de fotografía: Elgin Lessley; Montaje: Herbert Warren; Producción: Joseph M. Schenk, para Comique Film Company-Paramount Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Roscoe Fatty Arbuckle (Tramoyista); Buster Keaton (Tramoyista); Al St. John (Tramoyista); Charles A. Post (Forzudo); Molly Malone (Asistente del forzudo); John Coogan (Bailarín); William Collier, Jr.
Sinopsis: Dos tramoyistas deben protagonizar una obra en el teatro en el que trabajan, ya que los actores titulares se han declarado en huelga.
Roscoe Fatty Arbuckle había dirigido y protagonizado varios cortometrajes marca de la casa en 1919, pero en ninguno de ellos aparecía quien en los últimos años era su compinche habitual, Buster Keaton, ya una estrella en ciernes. El reencuentro entre ambos, poco antes de que Keaton emprendiera su carrera en solitario, y sin que nadie pudiera imaginar que la exitosa trayectoria de Arbuckle se despeñaría a consecuencia del primer gran escándalo de Hollywood, se produjo en Back Stage, que en España ha pasado a la posteridad con el título de Keaton entre bastidores debido a la menor popularidad de quien fue su máximo responsable.
Hay mucho bueno en este cortometraje de dos rollos, en el que el slapstick predomina sin apabullar y cuya principal novedad respecto a otros trabajos anteriores de Roscoe Arbuckle estriba en que, como ya ocurriera en Fatty doctor, la escritura del guión no corresponde al propio director y protagonista, sino a Jean C. Havez, que en el futuro sería corresponsable de la escritura de algunas de las mejores obras de Keaton y Harold Lloyd. En esta ocasión, el trío protagonista habitual de los cortometrajes de Arbuckle encarna a unos tramoyistas que preparan el estreno de una obra de teatro. La pegada de carteles resulta un tanto dificultosa debido a la presencia de un niño molesto, aunque la interacción con la criatura le permite a Fatty descubrir que la pintura que utiliza es comestible. Llegan al teatro los protagonistas del espectáculo, un bailarín exótico que exhibe unas habilidades que los tramoyistas tratan en vano de emular, y un tipo hercúleo que maltrata a su asistente, una joven que despierta el interés romántico de Fatty. Entre los varios gags brillantes de la película encontramos uno verbal: una vez pegados los carteles, la puerta del teatro tapa uno de ellos de manera que lo que los transeúntes pueden leer es un mensaje de claro contenido sexual. Otro gran recurso cómico tiene su causa en la archiconocida vanidad de los actores: como todos ellos quieren el camerino de la estrella, debidamente identificado, lo que hacen los tramoyistas es irla cambiando de lugar para que cada cual crea que el camerino principal es para él. Una vez los tramoyistas fracasan en su intento de enseñar buenos modales al forzudo, todo parece ir razonablemente bien hasta que los intérpretes deciden declararse en huelga. La asistente del fortachón, que no la secunda, propone a dos de los tramoyistas que sean ellos quienes actúen en la obra, dado que conocen todos los papeles. Y eso hacen, con uno de ellos convenientemente travestido. Al público le gusta lo que ve, cosa que no es del agrado de los huelguistas, presentes en los palcos.
Una vez más hay que destacar el frenético ritmo de la película y el alucinante despliegue físico de los protagonistas, para quienes el film supuso el retorno al vodevil, en el que todos ellos iniciaron sus respectivas carreras. En Back Stage vemos por primera vez, y es de justicia reconocerlo, uno de los gags míticos de Buster Keaton, el de la casa que se derrumba, con el protagonista salvando el pellejo gracias a que la fachada, en este caso un decorado teatral, se viene abajo de tal manera que él encaja por el hueco de una ventana. El desastre escénico continúa cuando el tercer tramoyista, que continúa ejerciendo su función, empieza arrojando con suavidad los papeles que hacen las veces de nieve, para terminar derrumbando al protagonista después de arrojárselos todos de golpe. Sin embargo, al público le gusta lo que ve, que es lo que ocurre con este ingenioso y técnicamente solvente cortometraje.
Fatty Arbuckle retoma su papel de tipo simpático, hiperactivo y enamoradizo con un lado cruel. Lo demuestra en la secuencia con el niño, y también en la escena final, en la que, evitada por poco la tragedia, su glotonería es superior a su romanticismo. Keaton lo borda, en uno de los mejores trabajos que hiciera a las órdenes de su mentor. Su ingenio y su increíble capacidad física le permiten hallar soluciones inventivas a los diferentes conflictos que se plantean, y convertirse en una mujer tan poco femenina como divertida. Al St. John se beneficia de que esta vez no es él el antagonista, rol que corresponde a un Charles St. John cuyo rostro está mucho más asociado a papeles dramáticos. Su labor como forzudo desalmado es muy convincente, dicho sea de paso. Molly Malone, actriz que desarrolló toda su carrera en el cine mudo, ofrece un buen nivel en el único papel femenino, mientras que Jack Coogan Sr., aquí bajo el nombre de John Coogan, exhibe sus habilidades como bailarín en una de sus escasas apariciones ante las cámaras.
Back Stage es un cortometraje muy divertido y, por lo tanto, recomendable, pues supone un brillante compendio de las habilidades de Fatty Arbuckle y Buster Keaton como comediantes.