El neoclásico Palau Martorell, sito en la calle Ample, sirve de escenario para Cazando impresiones, exposición dedicada a exhibir piezas de pequeño formato del pintor valenciano Joaquín Sorolla. Como casi todo en Barcelona, este atractivo itinerario artístico está algo pasado de precio, pero merece la pena. Sorolla es, a mi juicio, un pintor que goza de menor predicamento del que merece entre los gurús del arte, y esta exposición, formada por obras pertenecientes al museo dedicado a don Joaquín en la capital de España, le hace justicia en tanto muestra, por un lado, su evolución a lo largo de los años, y también su capacidad para la excelencia en trabajos de pequeño formato, óleos sobre cartón o tabla que él denominaba apuntes, y que forman un conjunto de unas dos mil piezas, de las que podemos ver aproximadamente una vigésima parte. Las estampas del mar, siempre tan unidas al pintor valenciano, son las grandes protagonistas de la visita, con especial querencia por las playas de su tierra (desde la Malvarrosa hasta Jávea) y del norte de España, como las de San Sebastián, Zarauz o Getaria, que un servidor conoce. Se trata de una muestra que puede verse en una hora, sin agobios, y que permite recrearse en la obra de un artista luminoso, que transmite paz y alegría de vivir, dos cosas muy necesarias en este tiempo y lugar. Sorolla fue un artista con un estilo muy definido, que sin embargo no permaneció ajeno a los movimientos pictóricos alumbrados en una época particularmente fecunda, y todo ello lo podemos apreciar, en pequeña escala, muy cerca de ese mar que tanto atrajo a un pintor de mucho nivel.