MORTELLE RANDONNÉE. 1983. 120´. Color.
Dirección: Claude Miller; Guión: Michel Audiard y Jacques Audiard, basado en la novela The eye of the beholder, de Marc Behm; Dirección de fotografía: Pierre Lhomme y Gilbert Duhalde; Montaje: Albert Jurgenson; Música: Carla Bley; Diseño de producción: Jean-Pierre Kohut-Svelko; Producción: Bernard Grenet, para Téléma- TF1 Film Production (Francia).
Intérpretes: Michel Serrault (Detective Beauvoir, El Ojo); Isabelle Adjani (Catherine Leiris); Guy Marchand (El hombre pálido); Stéphane Audran (La mujer de gris); Macha Méril (Madeleine); Geneviève Page (Sra. Schmidt-Boulanger); Sami Frey (Ralph Forbes); Dominique Frot (Betty); Patrick Bouchitey, Isabelle Ho, François Bernheim, Jean-Claude Brialy.
Sinopsis: Un maduro detective recibe el encargo de investigar a la novia de un rico heredero. La chica asesina al joven y el investigador es testigo del crimen, pero decide ocultarlo y seguir a la muchacha.
Después de la magistral Arresto preventivo, el escritor y cineasta Claude Miller, cuya obra es demasiado poco conocida en estos lares, insistió en las adaptaciones de novelas negras escritas por estadounidenses con Anuncio de muerte, film que no gozó de la misma acogida que su precedente, aunque sí obtuvo media docena de infructuosas nominaciones en los premios César. Se trata de una película interesante, pero que no alcanza las cotas de calidad del espléndido policíaco protagonizado por Lino Ventura, ya reseñado en este blog años atrás..
En esta ocasión, Claude Miller no se encargó de adaptar la novela del también poco conocido autor Marc Behm, sino que dejó ese cometido en manos de la saga familiar de los Audiard, formada por Michel (parte importante en el anterior éxito de Miller) y Jacques Audiard, quien con los años se ha convertido en un autor de referencia. Las principales novedades respecto a la novela son la modificación del marco geográfico, que en el film se traslada a Europa, y un cierto acotamiento de las andanzas criminales de la protagonista femenina, que en la novela de Behm son mucho más numerosas. Como tantas otras veces, todo comienza con un encargo en apariencia baladí: unos acaudalados burgueses de Bruselas quieren que se investigue a la misteriosa novia de su hijo. Este caso rutinario da un giro inmediato cuando el detective ve cómo la joven arroja a un lago el cadáver del infortunado heredero. Lejos de denunciar el suceso, el detective, traumatizado por la desaparición de su hija años atrás, decide seguir a la asesina en una trayectoria criminal que no tiene desperdicio, y que consiste en embaucar a jóvenes ricachones para después acabar con ellos y quedarse con sus pertenencias. En cierto momento, el detective no sólo se limita a observar las fechorías de la muchacha, sino que la ayuda desde la distancia a esquivar a las fuerzas del orden.
En Anuncio de muerte, todo tiene el mismo aire lacónico y el mismo aroma de tragedia que desprende su protagonista, un investigador al que todos apodan El Ojo. Se trata de alguien que no ha superado el abandono de su esposa y la posterior muerte de su hija, a la que no llegó a ver después de la separación conyugal. En su interior, el detective llega a ejercer de singular figura paterna respecto a esa psicópata que va dejando un reguero de sangre tras de sí. El problema es que esa languidez se contagia al ritmo de la película, y que el desarrollo de la trama es poco verosímil. Interesa el estudio que se hace del voyeurismo, aunque sobre ese tema es muy difícil igualar lo conseguido por Hitchcock, Michael Powell o Brian De Palma. Miller presta, eso sí, mucha atención a los detalles, como esa obsesión por una vieja canción, La Paloma, que comparten esos extraños émulos de padre e hija, y también el hombre del que ella se enamora y que podría poner fin a su carrera criminal. La siniestra intervención del detective en este punto sugiere un grado de identificación casi enfermizo con las costumbres homicidas de la mujer a la que sigue sin descanso.
Miller mantiene la capacidad para crear ambientes turbios en escenarios del todo realistas, aunque todo tenga un aire de ensoñación, de trágica pesadilla que quizá no convenga tomarse al pie de la letra. La presencia de esa peculiar pareja que forman el otro detective que persigue a la joven asesina y la más bien antiestética mujer que le sigue a todas partes no hace sino acentuar ese subtexto surreal que, sin embargo, no llega a verse materializado en su totalidad. Rompe un tanto el tono lánguido la música escrita por Carla Bley, una gran dama del jazz vanguardista, e interpretada por su banda, música que se alterna con las mil variaciones de La Paloma que se suceden a lo largo del metraje. Los diálogos, muy cuidados, no caen en la pretenciosidad, pero también desprenden ese aire de fatalismo (las continuas referencias a Hamlet no están ahí como coartada cultural) que todo lo impregna, sin que por ello estén exentos de un sentido del humor más bien negro que tampoco es ajeno al temperamento del maduro detective. No obstante, creo que al film le perjudica ese navegar a medio camino entre el polar más clásico y el delirio hacia el que progresivamente va decantándose la trama. Aquí no creo que Miller dé con el tono adecuado, y por ello el conjunto no resulta del todo redondo.
Repiten en Anuncio de muerte varios de los intérpretes principales de Arresto preventivo, con la (para mí muy importante) ausencia de Lino Ventura, y la incorporación de una Isabelle Adjani por entonces en la cumbre de su fama. La actriz aporta, además de su belleza, una evidente capacidad para hacer patente el desorden mental de su personaje, aunque su perfil psicológico quede un tanto difuminado en la narración. Gran interpretación de Michel Serrault, nombre importante del cine francés que aquí muestra su registro más lacónico, sin que por ello se resienta su expresividad. Quizá no lleguemos a entender del todo a su personaje, marcado por una tragedia no superada, pero la expresión de Serrault sí nos hace partícipes de la fascinación que ese hombre siente hacia una joven capaz de romper todas las barreras morales sin pestañear. Guy Marchand está a buen nivel, y destaca el trabajo de una casi irreconocible Stéphane Audran, aquí en la piel de una mujer poco agraciada pero muy interesante. Geneviève Page muestra estilo en el papel de jefa dominante, y Sami Frey aporta sobriedad a su infortunado personaje. No conviene olvidar las breves, pero brillantes apariciones de Dominique Frot e Isabelle Ho, en un film que en general tiene en el apartado interpretativo una de sus bazas más seguras.
Quizá algo larga, quizá no del todo bien definida y quizá de coherencia discutible, Anuncio de muerte es, pese a ello, una película sólida, con diversos puntos de interés y que, sin duda, merece una oportunidad porque hará disfrutar a los seguidores del cine policíaco clásico y, por supuesto, de la novela negra.