Como poco, a los nuevos partidos hay que agradecerles las progresiva desaparición de un modelo en el que mucha gente se metía en política para medrar y forrarse, y no dimitía ni cuando la pillaban. El último ejemplo lo hemos tenido en Madrid, pero muchos más vendrán, porque el escenario político surgido después de las últimas elecciones municipales y autonómicas obliga al pacto y exige el destierro de los chorizos de la vida pública. La gente observa, que ya era hora, y quienes utilicen de manera equivocada el apoyo electoral obtenido van a pagarlo caro. El cambio es que muchos, por fin, han despertado y se han dado cuenta de que la política no les es ajena. Si encima votan bien en el futuro, ya sería la hostia.