THE MADNESS OF KING GEORGE. 1994. 107´. Color.
Dirección: Nicholas Hytner; Guión: Alan Bennett, basado en su obra teatral The madness of George III; Dirección de fotografía: Andrew Dunn; Montaje: Tariq Anwar; Música: George Fenton; Dirección artística: Martin Childs y John Fenner; Diseño de producción: Ken Adam; Vestuario: Sue Honeyburne y Mark Thompson; Producción: Stephen Evans y David Parfitt, para The Samuel Goldwyn Company- Channel Four Films (Gran Bretaña).
Intérpretes: Nigel Hawthorne (Rey Jorge III); Helen Mirren (Reina Charlotte); Ian Holm (Doctor Willis); Rupert Graves (Greville); Amanda Donohue (Lady Pembroke); Rupert Everett (Príncipe de Gales); Julian Wadham (Pitt); Jim Carter (Mr. Fox); John Wood (Thurlow); Geoffrey Palmer (Warren); Adrian Scarborough (Fortnum); Julian Rhind-Tutt, Charlotte Curley, Anthony Calf, Matthew Lloyd Davies, Paul Corrigan, Nick Sampson.
Sinopsis: La Corte británica vive en paz y tranquilidad pese a la reciente pérdida de las colonias de Norteamérica. De pronto, el viejo rey Jorge empieza a manifestar síntomas de demencia, y el primer ministro Pitt maniobra para que el monarca no sea apartado del trono, lo que implicaría proclamar regente al Príncipe de Gales, un individuo altivo y holgazán.
Uno de los valores seguros del cine británico es la adaptación de sus piezas teatrales más emblemáticas. En este caso, se trata de una obra de Alan Bennett que narra el primer acceso de locura del rey Jorge III, durante cuyo mandato se produjeron dos hechos históricos de la mayor relevancia: la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica y la Revolución francesa. Antes de que este suceso pusiera patas arriba a las monarquías absolutas europeas, la británica ya lo estuvo por la crisis de su rey, a quien una extraña enfermedad convirtió en un demente incapacitado para ejercer la jefatura del Estado. Jorge, un rey honesto y dotado de una excelente memoria, tenía al mando de su gobierno al primer ministro Pitt, un hombre imperturbable a quien, según confesión propia, lo único que le excita es un balance que cuadre. Más o menos, todo marchaba bien hasta que el monarca empezó a delirar y a perder todo el control sobre sí mismo, para desgracia de Pitt y de la reina, sinceramente enamorada de un hombre que siempre le fue fiel y le dio quince hijos, y regocijo del Príncipe de Gales, un tragaldabas intrigante e inútil que sólo aspira a ocupar el trono cuanto antes. Los médicos son incapaces de curar al monarca y todo parece encaminado hacia la regencia del Príncipe, hasta que aparece en escena el doctor Willis, un psiquiatra que ejerce en Lincolnshire y utiliza métodos modernos para la sanación de los enfermos mentales. ¿Podrá Willis curar al rey Jorge antes de que la Cámara de los Lores decida incapacitarle y otorgar la regencia al Príncipe de Gales, tal y como desean los opositores de Pitt?
Fastuosidad, intrigas palaciegas, ironía a raudales y realismo: todo lo que debe exigírsele a una historia de época como Dios manda se encuentra en La locura del rey Jorge, un film que en muchos aspectos es un modelo de buen hacer. A eso ayuda, desde luego, que el texto sea muy bueno, pero los aciertos de la película van más allá de esta circunstancia, e incluso de lo que en principio podría esperarse de una obra de teatro filmado. Gran parte del mérito reside en el trabajo de Nicholas Hytner, prestigioso director de escena que en esta película debutó en el cine por todo lo alto, en lo riguroso de su recreación de la época en lo referente al lenguaje, al vestuario o a los objetos. Desde los primeros planos, el espectador tiene la convicción de estar viendo un trabajo realmente bien hecho, que además resulta muy interesante en lo narrativo y puede competir en la brillantez de su puesta en escena con un film del calibre de Amadeus. Más allá del teatro, hay buen cine; más allá de los palacios, las joyas y las pelucas, tenemos un espectáculo de primera clase con multitud de elementos que pueden interesar al espectador inquieto de hoy: la lucha por el poder, los privilegios de clase, los oscuros manejos en el mundo de la alta política, siempre a espaldas de un pueblo que casi todo lo ignora, la resistencia de los viejos regímenes a los cambios o el devenir de la enfermedad mental. A esto se le ha de sumar que las interpretaciones son también de lujo, cosa que ya se presupone al ver quiénes componen el reparto de la película, pero que se comprueba desde el primer al último minuto de metraje: la actuación de Nigel Hawthorne, en el papel del hechizado rey Jorge, es superlativa, a la altura del premio Laurence Olivier que le fue concedido al interpretar a este mismo personaje sobre las tablas. Lo mismo puede decirse de Helen Mirren, en un papel de reina más rico que el que le dio el Oscar, del siempre brillante Ian Holm, o del trabajo de secundarios de lujo como Jim Carter o John Wood. De los rostros menos conocidos, la magnética belleza de Amanda Donohue o la recreación que hace Julian Wandham del primer ministro Pitt destacan entre tan distinguido elenco, del que también cabe mencionar a un acertado Rupert Everett en el papel más antipático del film.
La locura del rey Jorge es de esas obras a las que es difícil encontrar defectos, que suponen un verdadero deleite para el espectador y que merecen todo el reconocimiento al trabajo bien hecho, tanto en los apartados técnicos como en el plano interpretativo. Bendita locura.