Relato de enero al canto. Quien no crea que la vida es juego, y que perder es malísimo para la salud, hará bien en saltarse esta píldora.
STRIP POKER
La suerte va detrás de los que trabajan.
BOZIDAR MALJKOVIC
Dicen que el diablo inventó las noches de juerga y Dios la mañana siguiente. También dicen que los licenciados en matemáticas suelen ser personas inteligentes, pero Víctor Moreno llevaba tiempo pensando que él debía de ser una excepción al principio general. Como todo el mundo (la diferencia era que a él eso le molestaba), ignoraba muchas más cosas de las que sabía. Entre esas cosas se encontraba el poker, lo cual no le hubiera supuesto ningún problema de no ser porque, en mitad de la cogorza del último sábado, se había comprometido a participar en una partida de strip poker junto a dos de sus amigos, a la novia de uno de ellos y a Marta, camarera de discoteca y modelo ocasional, tenaz perseguidora de otro de los amigos de Víctor y, por lo que ella decía, buena jugadora de poker. ¿Qué hace un tipo de corta estatura, paliducho, más bien enclenque y completamente ajeno al mundo de los juegos de cartas metido en una partida de strip poker? Pues el ridículo, obviamente. Lo lógico era rajarse, pero Víctor era de los que de vez en cuando hacían el ridículo, pero jamás se rajaban; tenía dos semanas para aprender a jugar al poker, y muy pocas ganas de quedarse en pelotas ante toda aquella gente.
El lunes, después de trabajar, visitó varios salones recreativos en busca de una máquina que le permitiera practicar, y tras un par de intentos frustrados encontró una que, además, incluía el strip poker entre su oferta de juegos. Se trataba de ir desnudando a veinticuatro mujeres despampanantes antes de ser desplumado por ellas y, sobre todo, de llegar a la partida de verdad con ciertas posibilidades de supervivencia. A partir de ese día, Víctor acudió cada tarde al salón recreativo, sin abandonarlo hasta la hora de cenar. Las primeras partidas fueron absolutamente desastrosas: a veces Víctor incluso creía ver una sonrisa en la cara de aquellas mujeres casi tan difíciles de desnudar como las de verdad, pero a pesar de ello él seguía metiendo monedas de cincuenta céntimos con la esperanza de no perder siempre.
No empezó a sumar victorias hasta el martes anterior a la partida, pero tras dos semanas de intenso entrenamiento, mucho dinero tirado en la máquina, varios paquetes de cigarrillos vacíos y un conocimiento de las curvas de las mujeres de la pantalla a prueba de olvidos, Víctor consiguió llegar al gran momento con ciertas posibilidades de triunfo y sin ser capaz de recordar cuántos años llevaba sin poner tanto empeño en algo.
A las ocho en punto empezó la partida. A las ocho y media, Víctor sólo llevaba puestos el cinturón, los pantalones y los calzoncillos. Uno de sus amigos le aventajaba sólo por la camisa, y Marta seguía totalmente vestida. Lo cierto era que las cartas no estaban ayudando mucho que digamos, eran tan malas que ni siquiera valía la pena ir de farol.
Pero cuando el barco amenazaba con hundirse para siempre, Víctor enganchó una racha de tres pokers, una escalera de color y un full de reyes y jotas en seis manos, y la cosa dio un giro radical, hasta el punto que un buen rato después uno de los amigos de Víctor estaba en camiseta y calzoncillos, Marta en sujetador y bragas y nuestro héroe seguía con el cinturón en su sitio. En la siguiente mano, todos pasaron excepto Marta, que se quedó con cuatro cartas, y Víctor, que conservó sólo dos, aunque se trataba de los dos comodines. En el reparto le cayeron dos treses y un as. Si Marta tenía poker, Víctor tenía todas las de perder, pero no iba a tirar la toalla con un poker de treses al as. Se descubrieron las cartas y, efectivamente, Marta tenía poker… pero de doses. Y su sujetador cayó, y los ángeles cantaron, y en pocos minutos la sala entera olió a victoria cuando Marta se levantó de la silla y, lentamente y sin dejar de mirar al sector masculino con mal disimulado odio, tiró sus bragas al suelo y volvió a sentarse. En ese momento, Víctor, que nunca pensó que llegaría a ver ese coño tan de cerca, sonrió, se levantó al lavabo sólo para contemplar cómo quedaba el culo desnudo de Marta sobre ese taburete hacia el cual comenzaba a sentir cierta envidia, y se dijo a sí mismo que incluso la ley suprema de la naturaleza (nunca un gran esfuerzo vale la pena) tenía excepciones.
Hola, don Alfredo,
He comenzado a tomar esta píldora con muchas ganas, ya que considero muy buena la primera frase.
El último párrafo se me hace muy pesado, ya que no soy un entendido en juegos de cartas y creo que la explicación de la jugada es larga.
Por lo demás, conociéndole como creo que le empiezo a conocer, el resultado de la partida era absolutamente previsible…
En resumidas cuentas, sigo estando resfriado y espero que la siguiente píldora sea la adecuada (esta me ha hecho toser más y creo que me está bajando al pecho).
Saludadas queden vuestras mercedes.
Considérese saludado,
En cuanto a lo de que el resultado de la partida es previsible… sí y no. Sí por la línea argumental, pero no tanto por mi vena característica: las aventuras de mis protagonistas acaban más veces en derrota que en victoria. Siempre he sentido simpatía hacia aquellos que cuando se dedican con cierto empeño a algo suelen conseguirlo, pero aún así prefieren la grada a la arena. Y mejórese de ese resfriado.