Si uno quiere saber qué se cuece en la calle, no hay nada como viajar en transporte público. Volver a casa en metro suele servir para padecer músicas terribles, asistir a intentos de robo poco exitosos (de los otros, uno ni se entera), o ver cómo la gente deja de pestañear mientras mira su móvil. Nada demasiado edificante. Esta tarde, sin embargo, he escuchado durante mi trayecto suburbano dos frases que me han llamado la atención. La primera la ha pronunciado una joven, con pinta de estudiante, e iba dirigida a una persona de características similares que bien podría ser amiga suya. En mi opinión, resume muy bien nuestra capacidad para elegir las más enriquecedoras opciones de entre todas aquellas que nos ofrecen las nuevas tecnologías, y cómo éstas contribuyen a hacer más feliz nuestra existencia. La frase era la siguiente: «Estoy hasta el coño del whatsapp».
La segunda, más que una frase, es una reflexión, dicha por una mujer de mediana edad en un vagón de metro, y dice: «Jo sóc d´estelada, i ho he sigut tota la vida, però el que estan fent ara és vergonyós, tractant d´amagar amb això totes les cabronades que ens estan fent». Deduzco que se refería a los inquilinos de ciertos palacios de la plaza de Sant Jaume.
A veces, pocas, un viaje en metro puede servir para moderar la misantropía en la que uno vive sumergido.
Buenas, don Alfredo,
Últimamente, siempre que me introduzco (o penetro) en su pequeño rincón denominado Barcelona me encuentro con el mismo artículo.
Agradecería que introdujese alguna entrada (o salida) más….
Digamos que mi relación con mi ciudad no pasa por su mejor momento. No obstante, en unos diez días habrá artículo gastronómico potente.