Con una participación electoral que ya querría yo ver por aquí dentro de un mes y medio, los venezolanos han vuelto a elegir presidente a Hugo Chávez. Lo siento por los demócratas de salón que hablan de libertad mientras se bañan en sus piscinas, pero más allá del populismo, la demagogia, la apropiación del nombre del libertador y la retórica hueca que caracterizan al presidente venezolano, lo cierto es que las clases más humildes han vuelto a apoyar en masa a quien, por fin, ha repartido la riqueza del país de manera que al menos una parte de ella llegue a los más desfavorecidos. Nos podemos poner todo lo estupendos que queramos, pero en Venezuela, como en muchos otros países, la democracia parlamentaria a la europea y el sacrosanto libre mercado habían abandonado a su suerte a buena parte de la población, reducida al ostracismo y la miseria, durante generaciones enteras. Esa misma gente (mira que dejarles votar, pensarán algunos de los demócratas a los que antes aludí) es la que, agradecida, ha reelegido a Chávez. Les entiendo.