El President de la Generalitat, Artur Mas, ha hecho lo que todos menos el PSC esperábamos, y convocado elecciones autonómicas anticipadas, a celebrar (es un decir) el próximo 25 de noviembre. El hoy encantado de conocerse sector soberanista de la sociedad catalana, encabezado (manda huevos) por el convocante, ha desvirtuado desde el principio los motivos sobre los que correspondería que los ciudadanos se pronunciaran democráticamente (el respaldo o rechazo a las políticas de recortes y la legítima búsqueda de fórmulas alternativas al paro, la proletarización de las clases medias y el desmantelamiento de los servicios públicos) para convertir estas elecciones en un plebiscito independentista, confiando en la participación masiva de sus huestes y en el absentismo del adversario, plenamente justificado si lo que se dilucidara fuera simplemente un nuevo reparto de escaños y dietas entre inútiles de distinto collar empeñados en jodernos la existencia, es decir, las típicas elecciones. Ahora bien, si se trata de utilizar el resultado de las elecciones para justificar la huida hacia adelante, o apuesta soberanista, del candidato Mas (presidente de un pésimo gobierno en un país que se halla en la más pura quiebra) y la coalición que le apoya, entonces hay que participar, y por extensión hacer un llamamiento a la participación masiva, para evitar que una parte de la población imponga sus tesis por la simple inactividad del resto. Nos toca hablar, a todos, no sobre lo que tendríamos que hablar, sino sobre lo que de verdad nos preguntan. CIU, PSC, PP, ERC, IC-V, Ciutadans, SI… de acuerdo, habrá que ponerse una pinza en la nariz, pero cada uno de estos partidos tiene su posición sobre la relación entre España y Catalunya, el derecho a la autodeterminación y la independencia, y es necesario que cada cual se pronuncie al respecto votando al partido que más cerca esté de su propia posición al respecto. Se haga lo que se haga, que sea legítimo y no venga determinado por la abstención de la mitad del electorado.