Parece que, después de años de despilfarro e incompetencia, España solicitará esta misma tarde el rescate de su sistema financiero. Sí, eso que su siempre honesto y eficaz Gobierno negaba que fuera a ocurrir hace apenas unos días. Pero se aproximan las elecciones griegas, la crisis de Bankia ha terminado de dejar todas nuestras vergüenzas al aire, y quienes han de pagar las macrogracietas que nuestros corruptos y vividores perpetraron durante años empiezan a perder la paciencia. Los números del rescate no parecen especialmente alarmantes (ya lo son el resto de indicadores económicos españoles, por no hablar de la tasa de desempleo), pero la evolución de Grecia, Irlanda y Portugal después de ser rescatadas produce más inquietud que otra cosa, aún sabiendo que el rescate de esos tres países fue nacional, y el español se circunscribirá a su sector financiero, o eso dicen. Es de desear que el rescate conlleve un control estricto de las cuentas españolas que jamás ha habido desde dentro por el carácter endogámico y rapaz de nuestras clases dirigentes, y que los que han llevado a la ruina a entidades como Bankia, Catalunya Caixa, Novacaixagalicia, Banco de Valencia, CAM, CCM, y un demasiado largo etcétera, den con sus huesos en la cárcel y sean privados de los frutos de su rapiña. En cuanto al país en general, no creo que le vaya peor con sus cuentas fiscalizadas desde el extranjero. Al menos, así tal vez las fiscalice alguien. Las contrapartidas, eso sí, las pagaremos una vez más quienes ni de lejos hemos provocado esta situación. Y mola ver que a la hora de poner la mano a los españolísimos de pro les importa un carajo la pérdida de soberanía en materia económica. Es bueno que incluso ellos reconozcan que quienes no la saben usar, no la merecen.