IMRE KERTÉSZ, Sin destino. Acantilado. 263 páginas.
Sin destino es la novela más célebre del escritor húngaro Imre Kertész, premio Nobel de Literatura en el año 2002. No sé bien si es realmente una novela, diría que es algo más: uno de los testimonios más claros de la crueldad humana que he leído nunca. El libro es la crónica de la vida de un adolescente judeo-húngaro, alter ego del autor, antes, durante y después de haber sido prisionero en Auschwitz y Buchenwald, de una experiencia que, como no puede ser menos, marcará su existencia para siempre. Mucho se ha escrito sobre el Holocausto, y en general sobre la barbarie nazi, y bastante de ello ha leído un servidor, pero este libro tiene un valor especial respecto a gran parte de la impropiamente llamada literatura del Holocausto: que se trata de una novela muy bien escrita por un superviviente de los campos de concentración. Una iniciación a la vida en la forma más brutal que ésta puede ofrecer.
La novela estremece sin estridencias, porque la fuerza de lo que se narra es tal que no las necesita; conmueve pese a explicarse en tono frío, casi neutro; y emociona porque huye de lo fácil. Primero se nos narra la vida de un adolescente judío en Budapest, su peripecia vital y familiar, sus primeros contactos con la guerra y con lo que supone pertenecer a una raza perseguida: el protagonista desconoce por sí mismo el hecho, o más bien las diferencias que de él se derivan, de ser judío: son los demás quienes se lo harán ver. Un día de primavera de 1944, de la forma más horrible: siendo sacado del tren en el que se dirigía al trabajo para, unas horas después, ser introducido en otro con destino Auschwitz-Birkenau.
A partir de aquí, se inicia otro relato: el de la vida cotidiana en los campos de concentración: el trabajo (para quienes estaban en condiciones de ejercerlo), el hambre, la sed, las enfermedades, la arbitrariedad más absoluta y, por encima de todo, el aburrimiento. Luego, el salvador (el humor macabro de la vida en estado puro) traslado a Buchenwald, y más de lo mismo. Cuando el protagonista ya es poco más que un esqueleto andante que recuerda levemente al joven que era hacía apenas unos meses, llega la liberación, que no el reencuentro, porque muchos de sus amigos y familiares están entre los Seis Millones. Especialmente destacable es el pasaje en que un hombre pregunta al protagonista si ha estado en las cámaras de gas. «No estaría aquí, hablando con usted», es la respuesta. El hombre insiste, porque quiere averiguar si el joven las vio con sus propios ojos. La respuesta negativa de éste provoca una cierta satisfacción en su interlocutor. Sin duda, pertenecemos a una especie adorable.
Poco más hay que decir de un libro que hay que leer, uno de los raros casos (en el tema de la Shoah, otro muy claro es Primo Levi) en que se unen la experiencia vital extrema, y la capacidad de explicarla en buena literatura, Imprescindible, uno de esos libros que, una vez leídos, remueven conciencias.