Mientras en el exterior se celebraba un homenaje al pintor Ocaña, en el Jamboree se vivió una noche jazzística para recordar. La cosa pudo ser caótica, y acabó en ovación y vuelta al ruedo. Al parecer, unos excesivamente celosos empleados de un aeropuerto gallego impidieron al saxofonista israelí Eli DeGibri acceder al avión que debía traerle a Barcelona con su saxo a cuestas. Un vuelo perdido, el pase de las ocho cancelado y un sprint para poder ofrecer el concierto de las diez, que un servidor esperaba con sumo interés, fueron las consecuencias del despropósito aeroportuario. DeGibri, tras disculparse por la cancelación del pase anterior, dijo que él y su grupo habían venido con muchas ganas de tocar. No mintió en absoluto. Y cuando unos músicos excelentes tocan con ganas, lo único que puedes pensar es que has tenido mucha suerte de no estar en cualquier otro sitio.
De un hombre que ha tocado junto a Al Foster, Herbie Hancock o Brad Mehldau se espera mucho. Si además le acompaña un pianista de la calidad de Aaron Goldberg, a quien recuerdo por sus andanzas junto a Joshua Redman o formando parte del OAM Trio, o un bajista como Reuben Rogers, también conocido por su trayectoria junto a Redman, sin olvidar su trabajo para estrellas como Dianne Reeves, Wynton Marsalis o Roy Hargrove, las expectativas ya son estratosféricas. La incógnita era el batería, Ofri Nehemya, a quien no conocía en absoluto. Cuál fue mi sorpresa al ver aparecer en el escenario y sentarse tras los bombos a un adolescente con pinta de estudiante aplicado, gafas de intelectual y aspecto de genio de la informática. Tal vez los ordenadores también se le den bien, quién sabe.
Quede claro que lo que se vio y se escuchó anoche en el Jamboree durante casi dos horas estuvo a la altura del que para mí es el mejor cuarteto jazzístico liderado por un saxo tenor de las últimas dos décadas, el de Branford Marsalis: música que reúne virtuosismo y músculo, que explora, que desmenuza los temas de los que parte y parece reunir lo mejor de la suma de talentos que la interpretan. Puro jazz, en suma. No me pregunten por la lista de temas, pues apenas reconocí (y la segunda, con ayuda exterior) Take the Coltrane y Everything happens to me (sabia elección, dadas las circunstancias) como canciones familiares, e incluso se interpretó un original sin título que se acabó bautizando Barcelona. Ya se sabe que esta música no es tanto lo que toques, sino cómo lo tocas. Y cómo tocaron. No sé si quedarme con los potentes, alambicados y extensos solos del líder, con la fantástica mezcla de sensibilidad y destreza de Goldberg, con la solvencia rítmica y delicadeza solista de Rogers, o, y ésta fue quizá la sorpresa más agradable de la noche, con el más que trabajado proyecto de Tony Williams israelí (dieciocho años tiene el chico, y aún aparenta alguno menos) llamado Ofri Nehemya. Créanme, si alguien grabó el concierto, vale la pena pagar un pasta por conservar lo que se oyó anoche en el sótano de la Plaça Reial. La suerte es que yo estuve allí.
Tema dedicado a Ron Carter, grabado en Tel Aviv:
DeGibri junto a Mehldau, Carter y Foster:
Hace cinco años, con sólo 13, el señor Ofri Nehemya ya tocaba así en su fiesta de Bar Mitzvah:
Aaron Goldberg, todo un crack, aquí al frente de su propio grupo: