Esta noche he visitado la ciudad en la que más años he vivido, Santa Coloma de Gramenet, para saldar una cuenta musical pendiente y ver en concierto a Mayte Martín, que inauguraba allí el certamen Catalunya Arte Flamenco.
Vaya por delante que la de la cantaora barcelonesa es una de las mejores voces que he oído nunca, en el flamenco, en el bolero, y en la Lotería de Navidad si algún día le diera por cantar los números premiados. Mayte Martín posee una voz privilegiada, cristalina, dúctil y poderosa. En su carrera musical ha sabido ser coherente sin ser inmovilista, y no hay un solo disco suyo que no contenga algunas pequeñas maravillas, y otras maravillas mayores.
El programa del concierto era muy explícito: Mayte interpretaría flamenco clásico. Y vaya si lo ha hecho: granaínas, malagueñas, cantiñas, fandangos, bulerías… Todo ello cantado desde un profundo conocimiento de las raíces del flamenco, sin que ello suponga obstáculo alguno para la emoción de quienes venimos de otros mundos musicales. Arte puro, desnudo. Una voz y una guitarra, tocada, muchas veces acariciada, por otro gran artista, Juan Ramón Caro. Sin artificios, profundo, emocionante. Mayte Martín no es una cantaora visceral. No lo necesita. Su voz desprende pureza, llega sin aparente esfuerzo allá donde otros se quedan sin aliento y comunica sin estridencias ni sensiblerías, como son los sentimientos de verdad. Por eso arrasó desde el comienzo y se despidió con el público (formado en parte por gente que la viene siguiendo desde hace años y por todas partes) puesto en pie. Uno de los espectadores, aprovechando esa interacción público-artista tan típica de los conciertos de flamenco, definió el arte de Mayte Martín de la mejor manera posible: «Qué fácil haces lo difícil».
Por peteneras:
Uno de mis temas favoritos de Mayte Martín, hoy interpretado en los bises: