LO TRISTE: El año pasado oí cómo, aprovechando la presentación de una conferencia del cineasta D.A. Pennebaker, el director del festival In Edit dijo que le alegraba ver el cine lleno, porque en bastantes ocasiones la ciudad de Barcelona no está a la altura de los eventos culturales que en ella se celebran. Anoche, durante el concierto de la Maria Schneider Orchestra en el Palau de la Música Catalana (lugar tan estéticamente bello como escasamente funcional), aquella frase me vino varias veces a la cabeza. Ver tantos asientos vacíos en un espectáculo musical de primerísimo orden me entristeció, máxime cuando Maria es una enamorada de Barcelona y ha traído su música a la ciudad muchas veces. Evidentemente, no puedo culpar (faltaría más) a los que disfrutan el jazz y no tienen dinero para gastar en conciertos. A quienes ni siquiera se toman la molestia de acercarse a una música de inusual riqueza, que Pedro Botero los bata en su caldero. Si así fue la puesta de largo del Festival de Jazz de Barcelona 2011, las perspectivas de cara al resto del certamen han de ser por fuerza pesimistas, y aquí empieza la fase de buscar culpables. Todos ellos, seguramente, repletos de beatíficos deseos, pero ya dicen que de buenas intenciones están los cementerios llenos. Creo, sencillamente, que organizar el mismo tipo de festival que hace tres o cuatro años, en plena época de bonanza económica, roza lo suicida. No nos engañemos, el público barcelonés que asiste regularmente a conciertos de jazz no sólo es escaso, sino que no es potencialmente mayor que en los años anteriores a la actual crisis económica. Parece obvio pensar que parte de ese público potencial se quedará en eso en años de estrecheces monetarias, que a parte del público real también le habrá pillado el toro, y que por tanto redimensionar el certamen era casi obligatorio, más allá de la siempre agradecida, institucional y económicamente, apuesta por los músicos de casa. Cuando ves, como llevamos muchos meses viendo, que artistas que llenaban Palaus y Auditoris ahora no lo hacen ni de lejos, has de probar cosas nuevas. Otros nombres, otros locales, menos pompa y titulares, pero con buen jazz. Quizá habrá que aceptar que Barcelona, que hace unos años pareció serlo pese a la escasa cultura musical general, no es una ciudad que pueda permitirse organizar conciertos de grandes estrellas del jazz, que por caché o logística pura hayan de tocar en lugares más grandes que el Jamboree o Luz de Gas, por poner dos ejemplos. Bienvenidos a provincias, algo habremos hecho mal en nuestras vidas anteriores. Dos cosas más: pagar 25 euros (con descuento) por estar en el gallinero me parece excesivo a todas luces; y, con la situación antes descrita, que anoche coincidieran en la ciudad cuatro conciertos interesantes para los aficionados al jazz (dos de ellos en un certamen que tiene el mismo patrocinador que el Festival Internacional de Jazz de Barcelona) es simplemente esperpéntico. En fin, háganselo mirar todos un poco.
LO EXCELENTE: Voy a explicar una anécdota personal: ayer, después de otra anodina jornada laboral, llegué a casa, preparé la comida y puse un CD (Allegresse) de la Maria Schneider Orchestra. Cuando acabé de comer, encendí un cigarrillo y, mientras lo fumaba y escuchaba la música, pensé que a veces el mundo mola. Sí, la banda es excelente. Su concierto de anoche también lo fue, pese a esas cosas que he contado antes. La excelencia parece normal si tienes un talento privilegiado para escribir música y te rodeas de un puñado de instrumentistas de altísimo nivel, muchos de los cuales son a su vez líderes de bandas interesantes. Parecerá normal, pero todo eso se da pocas veces, y esas veces son un regalo. Música bella y evocadora tocada por una orquesta que suena enormemente compacta, pero que siempre ofrece espacios para el lucimiento de solistas del nivel de Steve Wilson, Donny McCaslin, Scott Robinson, Gary Versace o Ben Monder. Jazz que navega por Brasil, por el flamenco y que casi siempre anda cerca de la perfección. Que justifica cada minuto, aunque todo lo demás sea frustrante.Y es que no hay una big band mejor en el mundo, puedo asegurarlo.
La banda la formaron:
Maria Schneider, arreglos y dirección
Steve Wilson, saxos alto y soprano, clarinete y flauta
Dave Pietro, saxo alto
Rich Perry, saxo tenor y flauta
Donny McCaslin, saxos tenor y soprano, clarinete y flauta
Scott Robinson, saxo barítono, flauta y clarinete
August Haas / Greg Gisbert / Laurie Frink / Frank Greene, trompetas
Keith O’ Quinn / Ryan Keberle / Bart van Lier / George Flynn, trombones
Gary Versace, acordeón
Ben Monder, guitarra
Frank Kimbrough, piano
Clarence Penn, batería.
Uno de los grandes temas que sonaron anoche:
Interpretando en concierto Journey home: