Nueva píldora, la número cinco en esta ocasión. Antes de leerla, dediquen un minuto a recordar a aquel compañero de clase que les amargó la existencia.
OLD FOLKS
Ayer tarde lucía el sol, no se veía una sola nube en el horizonte y, lo que es mejor, yo no tenía nada que hacer, aparte de hojear revistas en los quioscos de las Ramblas y comprar condones, pues por una vez la noche prometía y los que guardaba en casa eran de cuando La Ramona triunfaba en las fiestas patronales de toda España y parte de Andorra. Todo iba sobre ruedas hasta que mi extasiada contemplación del último número de Hustler se vio interrumpida por unos toquecitos en el hombro. Al girarme noté, no sin espanto, que la persona que ya empezaba a saludarme era Martí Trias, uno de esos individuos que podía conseguir que un día normal te pareciera maravilloso con sólo desaparecer de tu vista, un tipo que votaba a Convergència en las autonómicas y al PP en las generales, que tardó ocho años en sacarse la carrera y que fue capaz de cepillarse un par de veces (que se sepa) a la delegada de cuarto curso para conseguir que se cambiara una fecha de examen que no le convenía. Alguien, en fin, a quien colocar en un museo de cera junto a Pol Pot y al mamón que inventó la muñeca Barbie: alguien a quien siempre odié, y no por confundir a Van Morrison con Jim Morrison (Toni Morrison no corre peligro, Trias no lee), ni por decir que Some like it hot era “una peliculilla divertida”, que ya serían motivos suficientes para lapidarlo en mitad de la plaza de Catalunya, sino porque una tarde, en el bar de la facultad, llegó a insinuar que yo le pasaba los apuntes llenos de tachones y con una caligrafía del todo ininteligible con la intención de hacerle suspender cuantas más asignaturas mejor, cosa que por otra parte era absolutamente cierta y que cualquier otro hubiera dicho sin tapujos, pero él… él no era como Carlos, que siempre me pagaba la Voll Damm y el donut del desayuno cuando iba corto de pasta, ni como Vanesa, que había visto todas las películas de Stanley Kubrick y se entendía con los gatos mucho mejor que yo con las personas, ni como Sergio, que me suministró mis primeras dosis de Bill Evans y Miles Davis; él era un tipo de quien todos sospechábamos, no me pregunten por qué, que llegaría lejos.
Por suerte, desde que dejé la Facultad no sabía nada de él y ya apenas le recordaba. El problema era que en ese momento le tenía justo delante de mis narices.
– ¿ Sabes?- me dijo al ver mi aspecto de desecho social- Dentro de unos meses entraré a trabajar en una oficina de la Generalitat que se dedica a la expropiación de fincas.
– Siempre supe que lo tuyo era la obra social. Pagarán mucho, supongo.
– Medio kilo al mes, y el que trabaja de verdad es el arquitecto. Nosotros, los asesores jurídicos, sólo nos encargamos del papeleo.
– Eso me tranquiliza un poco.
– ¿Y tú a que te dedicas?
– No se lo digas a nadie – le susurré con mi mejor, o más bien única, sonrisa-. Formo parte de una organización terrorista que se dedica a colocar bombas en oficinas de la Generalitat. Bueno, he de irme. Pronto nos veremos.
Estuve esperando mucho tiempo esta píldora y, la verdad, sigo con mi mal, por lo cual, o esa píldora no es la indicada para mi enfermedad, o mi enfermedad no es la adecuada para la medicina.
Creo que hay demasiadas referencias a partidos políticos, músicos y escritores. Realmente parece un extracto de un diario de adolescente. Rencor con tintes nostalgicos.
Espero que la siguiente píldora cure mi mal….
Rencor con tintes nostálgicos… define bastante bien alguno de mis rasgos más evidentes, me lo apunto. Soy un tipo bastante radical en sus filias y fobias, y me gusta demostrarlo. Espero que la siguiente píldora, que muy posiblemente postearé esta semana,produzca algún efecto positivo sobre su salud.
No dude ni siquiera un segundo que seguiré concienzudamente la posología.
Saludos.
Ya va siendo hora de una nueva pastilla.
Tiene razón, en breve añadiré una nueva píldora a mi blog.