BOGART: LIFE COMES IN FLASHES. 2024. 98´. Color.
Dirección: Kathryn Ferguson; Guión: Eleanor Emptage y Kathryn Ferguson; Dirección de fotografía: Franklin Dow; Montaje: Mick Mahon; Producción: Eleanor Emptage, para Dog Star Films-Universal Pinctures Content Group (Reino Unido).
Intérpretes: Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Stephen H. Bogart, Sharon Dwyer Buzard, Thomas Doherty, Laura Horak, Pamela Hutchinson, Eric Lax.
Sinopsis: Biografía del actor Humphrey Bogart, centrada en mostrar cómo se convirtió en una estrella de Hollywood.
Para un porcentaje muy alto de aficionados al cine, categoría a la que me precio de pertenecer, el nombre de Kathryn Ferguson no significó nada hasta el estreno de su alabado documental sobre la controvertida cantante irlandesa Sinead O´Connor. Instalada ya en la categoría de las estrellas en ciernes, la directora abordó a continuación un proyecto similar en el concepto, aunque muy distinto en cuanto al perfil público del personaje protagonista, pues se trataba de la primera biografía filmada oficial de uno de los grandes mitos del cine, Humphrey Bogart. Con la bendición de Stephen, primogénito del actor, Ferguson dibujó un retrato interesante, aunque convencional, de quien fuera modelo de masculinidad durante décadas, además de uno de los iconos por excelencia del Hollywood clásico.
No hace falta ser muy listo para saber que es imposible resumir la vida de alguien como Humphrey Bogart en una película de poco más de hora y media. Se impone, por tanto, una ingente labor de selección del contenido, parte de él inédito, que finalmente ha de configurar el producto lanzado al escrutinio público. El beneplácito de los herederos de Bogart, quien ya había sido retratado en varias biografías escritas, televisivas y cinematográficas, es a la vez ventaja e inconveniente: por un lado, proporciona a la directora acceso a un material de gran valor fílmico, pero también coarta su libertad a la hora de abordar pasajes oscuros en la vida del actor, que desde luego los tuvo. El film, necesariamente superficial en su contenido, ilustra en lo conocido antes que escarbar en lo inédito, lo que lo convierte en un gozoso entretenimiento para los fans del actor, que sin duda se quedará corto para los estudiosos de su figura y su legado.
Hubo un Bogart antes de Bogart, pues el actor neoyorquino alcanzó el estrellato ya en la madurez. Hijo de una familia acomodada, de padre cirujano y madre ilustradora, además de activa sufragista, Humphrey parecía condenado a decepcionar las expectativas que sus progenitores habían depositado en él: estudiante mediocre y con tendencia a la rebeldía, se alistó en la Marina, sirviendo en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. Años después se inició en el teatro, siendo un habitual en las tablas de Broadway a lo largo de los años 20, sin descollar en exceso hasta su primer, y muy breve, matrimonio con la estrella teatral Helen Menken. Pasada la treintena, y de nuevo desposado con la también actriz Mary Philips, Bogart emprendió un viaje de ida y vuelta a Hollywood, donde no pasó de obtener roles secundarios en producciones de calidad variopinta. Durante la Gran Depresión, llegó a jugar al ajedrez, que le apasionaba, por dinero para salir a flote. No fue hasta su segundo y definitivo viaje a la Meca del cine cuando, gracias a Leslie Howard, obtuvo el papel de su vida en El bosque petrificado. Ahí, firmado ya un contrato leonino con Jack Warner, nace el Bogart que conocemos, aunque en los años siguientes se especializó en roles secundarios de gángster y, como él mismo manifestó en alguna ocasión, en asumir los papeles protagonistas que rechazaba George Raft. La película da pinceladas sobre todos estos aspectos, aunque incide en el tormentoso tercer matrimonio del actor, con la actriz Mayo Methot, mujer bella y talentosa cuyo reverso eran un intenso alcoholismo, adicción que compartía con Bogart, y unos celos patológicos adornados con frecuentes accesos de ira. En la etapa final de ese fallido matrimonio, llegó la metamorfosis en héroe romántico maduro gracias a Casablanca, circunstancia que el resumió con tremenda clarividencia: «Cuando Ingrid Bergman te mira como si fueras adorable, entonces lo eres».
La película discurre con fluidez, sin sobresaltos. Dosifica el material de archivo, que por motivos obvios conforma el grueso del metraje y aporta lo mejor del mismo, con imágenes del concurrido funeral de Bogart, de sus míticos rodajes o de sus largas excursiones a bordo de su yate Santana, el pasatiempo que más le hizo disfrutar en sus últimos años de vida. Ahí encontramos lo mejor del film, porque las recreaciones con actores reales de algunos de los episodios de la vida de Humphrey Bogart oscilan entre lo prescindible y lo desafortunado. Kathryn Ferguson combina el metraje de archivo con testimonios de conocidos y biógrafos, alternando aciertos y errores: entre los primeros, el protagonismo de Lauren Bacall, leyenda del cine por sí misma y la única mujer junto a la que Bogart fue realmente feliz. Se pasa más de puntillas con la postura del actor en los albores del macartismo, en la que pasó de una encendida defensa de los represaliados por su presunta pertenencia al Partido Comunista, a una retractación parcial que dejó un cierto aroma, tal vez injusto, a cobardía.
Son varias las biografías filmadas de Humphrey Bogart. La de Kathryn Ferguson funciona muy bien como introducción a la vida y obra del actor pero, a mi juicio, se queda lejos de ser la definitiva.