CLÉO DE 5 Á 7. 1962. 90´. B/N-Color.
Dirección: Agnès Varda; Guión: Agnès Varda; Dirección de fotografía: Jean Rabier, Alain Levent y Paul Bonis; Montaje: Janine Verneau y Pascal Laverrière; Música: Michel Legrand; Dirección artística: Bernard Evein; Producción: Georges de Beauregard y Carlo Ponti, para Ciné tamaris- MK2 Films-Rome Paris Films (Francia-Italia).
Intérpretes: Corinne Marchand (Cléo); Antoine Boursellier (Antoine); Dominique Davray (Angèle); Dorothée Blank (Dorothée); Michel Legrand (Pianista); José Luis de Vilallonga (José); Lore Payen (Vidente); Renée Duchateau, Lucienne Marchand, Serge Corber, Robert Postec, Jean-Luc Godard, Anna Karina, Eddie Constantine, Yves Robert, Sami Frey.
Sinopsis: Cléo es una cantante que espera el resultado de unas pruebas médicas. Inquieta, decide visitar a una vidente, que le brinda malos augurios sobre su destino.
No escasean los cineastas que lograron las cotas más altas de su arte al principio de sus carreras. Es el caso de Agnès Varda, que con su segundo largometraje, Cléo de 5 a 7, consiguió no sólo uno de los hitos de la Nouvelle Vague, sino también un film de valor imperecedero que, a pesar de su naturaleza local, es susceptible de interesar a todo tipo de públicos al abordar una cuestión tan universal como el miedo a la muerte. Esta película otorgó a la directora nacida en Bélgica un prestigio que no la abandonó en el resto de su trayectoria, y hoy es posible contemplarla en versión restaurada.
La probabilidad de una muerte próxima es un sentimiento que se vive de forma muy distinta según la edad de quien lo experimenta. Agnès Varda escoge a una protagonista joven, que está en esos años en los que el final de la vida se ve como algo lejanísimo, en lo que ni siquiera se piensa. Cléo lo tiene todo: es una bella veinteañera, que se gana la vida haciendo lo que más le gusta, que es cantar, vive en un lujoso apartamento parisino y tiene un apuesto amante español. La directora capta a su protagonista en el momento en el que toda esa plenitud deja su sitio a la zozobra: Cléo espera nerviosa el resultado de unas pruebas médicas que han de determinar si está o no enferma de cáncer. Antes de recibir el dictamen, acude al consultorio de una tarotista, pero las cartas no son propicias y Cléo abandona el lugar con peor ánimo del que tenía cuando entró. Varda ilustra este proceso con una metáfora visual tan obvia como eficaz: hasta que las cartas señalan el futuro, la película es en color; cuando su mensaje es evidente, el film cambia al blanco y negro, y así será hasta el final.
Cléo de 5 a 7 es la crónica de dos horas decisivas en la vida de una mujer. Varda marca el tiempo con intertítulos, que funcionan a modo de episodios en la película y captan el tránsito entre la existencia cómoda y despreocupada de la protagonista, y su creciente agitación a medida que se aproxima el momento en el que sabrá si sus temores se corresponden o no con la realidad. A mi juicio, el film expone de manera muy acertada la incapacidad de las personas para empatizar con quienes sufren: en el mundo de Cléo, todos actúan como si nada sucediera. Incluso ella lo hace: compra sombreros en compañía de su secretaria, se acicala para recibir a su amante, ensaya nuevas canciones con los compositores de su repertorio… pero Cléo, a diferencia de todos los que forman parte de su vida, es consciente de que todo eso puede acabarse al final de esa tarde. Todo el film oscila entre la despreocupación en la que la protagonista ha vivido hasta entonces, y su progresiva inquietud ante la tragedia posible. De la comedia al drama, que es el tono que identifica a la película en su tercio final. Importante es la aparición de Antoine, quien se cruza con Cléo en un parque: al principio, parece un adulador más, pero la conversación entre ellos les lleva a otro nivel: el joven que la corteja es un soldado a punto de viajar hasta Argelia. Dada la situación en el país, Antoine es consciente de que es posible que no regrese con vida de allí. Es la consciencia de la muerte, no como un hecho remoto sino como una sombra acechante, lo que une a estos dos náufragos, que resuelven unir sus destinos: el soldado acompañará a Cléo a conocer su diagnóstico, y luego ella irá a la estación a despedirle.
Varda, a pesar del error técnico en la escena final que, según confesó después, la atormentó durante mucho tiempo, realiza un trabajo visual de altura, mostrando la radiante belleza de Corinne Marchand con muchos planos medios y cortos, pero también su miedo y sus cambios de humor, casi siempre mediante primeros planos. París es un personaje más, espléndido y bullicioso, pero también dotado de rincones para que los espíritus solitarios puedan estar tranquilos. En los momentos de comedia, como en la irrupción de los músicos en el apartamento de Cléo, o en la escena en la boutique, el montaje es más sincopado, mientras que en la parte más dramática abundan los planos más largos y la cámara estática. La banda sonora de Michel Legrand, quien también aparece como actor, es notable, acoplada a ese desplazamiento de la comedia al drama que caracteriza el conjunto.
El primer papel protagonista en el cine de Corinne Marchand fue el que marcó el cénit de una carrera irregular, tanto en lo que respecta a su vigencia en las pantallas como a la calidad de los papeles que desempeñó. Aquí, al margen de hacer gala de esa belleza chic tan del gusto de nuestros vecinos del norte, no desentona cuando su rol se hace más profundo. Algo que marca mucho a quienes se dedican a la interpretación es el registro que se alcanza al encarnar el papel de su vida, y Marchand es una Cléo digna de elogio. Antoine Boursellier, antigua pareja de la directora, se muestra correcto, pero sin demasiado brillo, en el rol del soldado a punto de marcharse a la guerra. Dominique Davray aporta oficio y buen hacer a un personaje que se va diluyendo a medida que avanza el metraje, y Dorothée Blank refleja la luz de un rol vitalista, que sirve como contrapunto a la creciente inquietud de Cléo. Michel Legrand está muy divertido en el papel del pianista, José Luis de Vilallonga hace de sí mismo y, a modo de curiosidad, señalar que el film mudo que ve la protagonista con un amigo, y que funciona muy bien como interludio liviano, está protagonizado por amigos de la directora y figuras del cine francés como Anna Karina, Eddie Constantine o los directores Yves Robert y Jean-Luc Godard.
Cléo de 5 a 7 es una película muy prestigiosa, que hace honor al alto concepto que la crítica tiene de ella, porque sus méritos son muchos. Un título imprescindible del cine europeo, sin duda.