LITTLE RICHARD: I AM EVERYTHING. 2023. 100´. Color.
Dirección: Lisa Cortés; Guión: Lisa Cortés; Dirección de fotografía: Keith Walker, Graham Willoughby y Ben Frewin; Montaje: Nyneve Minnear; Música: Tamar kali-Brown; Producción: Lisa Cortés, Robert Friedman, Liz Yale Marsh y Caryn Capotosto, para HBO Max-CNN Films-Cortés Filmworks-Bungalow Media + Entertainment-Rolling Stone Films (EE.UU.).
Intérpretes: Little Richard, Sir Lady Java, Lee Angel, John P. Kee, Charles Glenn, Ralph Harper, Newt Collier, Muriel Jackson, Zandria Robinson, Billy Vera, Billy Porter, Nona Hendryx, Valerie June, Stanley Stewart, Fredara Hadley, Jason King, Libby Anthony, Charles Connor, Cory Henry, John Waters, Tavia Nyongo´o, Tom Jones, DeWitt Williams, Keith Winslow, Tony Newman, Mick Jagger, Nile Rodgers, Ramon Hervey, Morris Roberts.
Sinopsis: Biografía del cantante Little Richard, pionero del rock & roll.
Más conocida por su labor como productora, Lisa Cortés ha dirigido varios largometrajes de no-ficción, de entre los que destaca Little Richard: I am everything, a la vez biografía y reivindicación de uno de los creadores del rock & roll. El film cosechó buenas críticas e hizo un exitoso recorrido por el circuito de festivales, lo que prueba que el empeño de la directora se vio acompañado por el acierto.
Lo primero que hay que decir es que Lisa Cortés se ciñe a la estructura usual de los documentales musicales, género al que pertenece la película, lo que resulta un tanto paradójico si se tiene en cuenta que el biografiado, si por algo se caracterizó durante su larga vida, fue por no ajustarse a las normas. No obstante, el trabajo de la directora es muy profesional, y cumple su objetivo de acercar al público contemporáneo a una figura de la música que, por diferentes motivos, pocas veces ha gozado del reconocimiento que merecía. Hiperbólico hasta el extremo, Richard se definía a sí mismo como el creador del rock & roll, lo cual es una media verdad (si hablamos de artistas negros, ahí estaban Chuck Berry y Fats Domino, por ejemplo). Lo cierto es que contribuyó como pocos a darle forma y popularidad al género, y que su influencia, tanto musical como estética, fue importante desde el inicio, y se ha mantenido así a través de las generaciones. Creador, a medias, pero rey del rock en muchos sentidos sí lo fue Little Richard. No lo digo yo, sino que la frase es de un tal Elvis Presley, que algo sabía del tema.
Precisamente, uno de los mayores aciertos de la película está en su trabajo de investigación, que entre otras cosas deja claro que Little Richard no apareció de la nada. El tránsito entre el rhythm & blues y las formas primitivas del rock debe muchísimo a Sister Rosetta Tharpe, que aparece en el film ejerciendo su magisterio en unas imágenes de archivo. También se subraya la importancia que tuvieron Billy Wright y Esquerita en los inicios profesionales de Richard, pues le apadrinaron y le sirvieron de inspiración a la hora de crear su estilo musical y construir su arrebatadora presencia escénica. El talento y las ganas de sobresalir estaban ahí desde el principio, pero siempre es necesario tener espejos en los que mirarse, y gente que contribuya a sacar el arte a relucir.
El film sigue la típica narración cronológica, empezando por la dura infancia del hijo de un predicador que obtenía ingresos por medio de la destilación ilegal de whisky, del miembro de una familia numerosa negra en el segregacionista estado de Georgia, que tenía un defecto en las extremidades que le hacía moverse y caminar de una manera extraña, y que, por si esto fuera poco, mostraba signos evidentes de afeminamiento, algo que no pasó desapercibido a su estricto progenitor, que le echó de casa a los quince años. Gracias a un matrimonio blanco, que le contrató para actuar en el club que regentaba, Little Richard pudo dejar atrás una etapa muy sórdida y pulir su estilo sobre el escenario. Años de intentos baldíos de conseguir el éxito cristalizaron en Tutti Frutti, cuyo texto original era un curso acelerado de sodomía. El resto, como se dice, es historia.
Little Richard supo muy bien lo que era la discriminación. El hecho de ser negro y sureño ya le concedía todas las papeletas para el desprecio de quienes manejaban el cotarro, pero lo de ser homosexual, y no ocultarlo, le convertía en un paria incluso para muchas personas de su misma raza. Lisa Cortés, que aprovecha el exhaustivo trabajo de documentación y los testimonios de testigos (pocos tan valiosos como los de antiguos miembros de la banda de Richard) y expertos para apuntalar el relato, expone la brutal ambivalencia del cantante, que vivió de manera intensa eso del sexo, drogas y rock & roll, pero que, a partir de una experiencia en un vuelo hacia Australia en 1957, tuvo frecuentes arrebatos místicos que le llevaron a aparcar su carrera musical en su etapa de mayor éxito, a consagrarla después a la exaltación del Altísimo e incluso, a predicar la fe de Cristo desde el púlpito y renegar en público de su condición sexual. Sucesivos regresos al rock no sirvieron para recuperar el tirón popular de antaño, hasta que en los años 80, gracias a admiradores como los Beatles, junto a los que llegó a girar por Europa en 1962, y los Rolling Stones, Little Richard recibió el merecido tributo de una industria que le debía mucho.
Con un ritmo magnífico, digno de las canciones del biografiado, Little Richard: I am everything es un trabajo solvente, que cumple con sus dos principales propósitos: el didáctico y el reivindicativo. Para quienes desconozcan la trayectoria de uno de los arquitectos del rock & roll, será interesante sumergirse en su frenética y contradictoria vida. Y, para los admiradores del músico de Georgia, ver esta película es una buena manera de reencontrarse con él.