BORDER INCIDENT. 1949. 94´. B/N.
Dirección: Anthony Mann; Guión: John C. Higgins, basado en una historia de George Zuckerman y John C. Higgins; Dirección de fotografía: John Alton; Montaje: Conrad A. Nervig; Música: André Previn; Dirección artística: Cedric Gibbons y Hans Peters; Producción: Nicholas Nayfack, para Metro Goldwyn Mayer (EE.UU.).
Intérpretes: Ricardo Montalbán (Pablo Rodríguez); George Murphy (Jack Bearnes); Howard Da Silva (Parkson); James Mitchell (Juan García); Arnold Moss (Zopilote); Alfonso Bedoya (Cuchillo); Teresa Celli (María); Charles MacGraw (Jeff Amboy); José Torvay (Pocoloco); John Ridgely (Neley); Arthur Hunnicutt (Clayton Nordell); Sig Ruman (Hugo Ulrich); Otto Waldis, Lita Barón, John McGuire.
Sinopsis: Agentes de ambos lados de la frontera se unen contra las mafias del tráfico de personas desde México hasta los Estados Unidos.
Antes de consagrarse como uno de los grandes directores del western, Anthony Mann dirigió un puñado de notables piezas de cine negro, casi siempre en el terreno de la serie B. No es que Incidente en la frontera pertenezca propiamente a dicho género, pero hay diferentes aspectos que enlazan este drama policial transfronterizo con las historias de gángsters que tan populares fueron en las primeras décadas del Hollywood sonoro. El núcleo de la historia es la lucha contra el crimen organizado y, también en lo estético, el influjo del cine negro es palpable en esta poco conocida película de Mann.
Existe en Incidente en la frontera una clara voluntad de realismo, apreciable desde un prólogo de carácter documental, en el que un narrador nos introduce en la problemática de los braceros, emigrantes mexicanos contratados para distintos trabajos agrícolas en el estado de California. Muchos de ellos eran contratados en origen, y disponían de la pertinente documentación que les permitía trabajar en los Estados Unidos, pero otros preferían cruzar la frontera ilegalmente, lo que les dejaba a merced de las mafias de tráfico de personas. Para acabar con estas prácticas, agentes federales mexicanos y estadounidenses ponen en marcha una operación cuyo eje es la infiltración de Pablo Rodríguez, valeroso defensor del orden en el país azteca, como falso bracero dispuesto a servirse de las bandas organizadas de tráfico de inmigrantes para llegar a los Estados Unidos. A través de este personaje y del de Juan García, trabajador mexicano que espera de manera infructuosa los permisos que necesita para trabajar legalmente al otro lado de la frontera, el espectador conocerá el drama de estas personas.
La película se beneficia de un guión sólido y bien estructurado, obra de John C. Higgins, que ya había escrito varios de los últimos films de Mann, con la colaboración de un talentoso creador de historias como George Zuckerman. El estilo es seco y sin concesiones: aquí no hay glamour, ni romances que no vienen a cuento, ni retórica vana. Se expone con crudeza el funcionamiento del crimen organizado transfronterizo, que se aprovecha de la necesidad de los desfavorecidos para explotarlos a conciencia. En un mensaje más vigente en la actualidad que cuando se rodó la película, Incidente en la frontera expone el grado de victimización que sufren quienes, por estupidez o desesperación, recurren a las mafias de tráfico de personas: para llegar a países más ricos, deben pagar una cantidad no pequeña. Hecho esto, la víctima queda a merced de sus explotadores, que saben que no hay nadie más sumiso que un ilegal: no te denunciará jamás, pues él será el primer interesado en huir de las autoridades, y podrás disponer de él a tu entera voluntad, lo que se traduce en un salario y unas condiciones de vida miserables. Tomen nota todos los que van de humanitarios y no son más que mamporreros de organizaciones criminales. En la que vemos en la película no hay un ápice de distinción: sólo maldad y codicia, hasta el punto de que, ya en los Estados Unidos, persiguen a los inmigrantes para desvalijarlos y quitarles la vida junto a las arenas movedizas próximas al Cañón de la Muerte. Mediante la infiltración de Pablo Rodríguez, empiezan a resquebrajarse los métodos de una organización formada, como en la vida real, por individuos de diferentes razas y orígenes unidos por la brutal explotación de cuantos desgraciados caigan en sus garras.
Mann, que aunque nacido en los Estados Unidos era hijo de la inmigración, se muestra capaz de empatizar con el sufrimiento de los trabajadores mexicanos y con el afán de justicia de los agentes de la ley. En el film, la imagen de los mexicanos es positiva, aunque algunos de ellos formen también parte de las mafias. La estética es muy noir, con planos contrapicados, guiños expresionistas y mucho empleo del claroscuro, faceta en la que destaca la iluminación de John Alton, un camarógrafo que inició su carrera en México y se luce exponiendo los rincones más sombríos de ambos lados de la frontera. Hay que resaltar la exposición gráfica que se hace la violencia, por ejemplo en las cacerías de inmigrantes llevadas a cabo por los sicarios de la propia organización que los introduce ilegalmente en los Estados Unidos, y en especial en la escena en la que el agente federal Jack Bearnes, que controla desde cerca la operación, es capturado por los criminales. Mann se muestra muy enérgico en la acción, y algo más tópico cuando la narración se vuelve más expositiva, pero su buen hacer es palpable. Hablando de energía, no anda escasa de ella la partitura creada por el cuasidebutante André Previn.
No encontraremos estrellas en el reparto de Incidente en la frontera, pero sí buenos actores. Ricardo Montalbán, uno de los rostros mexicanos por antonomasia de Hollywood, ofrece uno de sus mejores trabajos en el cine en la piel de un defensor de la ley cuyas ansias de hacer justicia le llevan hasta un engranaje criminal particularmente cruel. No hay en el personaje de Pablo Rodríguez nada que le distinga del héroe clásico del cine americano, y Montalbán lo encarna de forma resuelta y eficaz. George Murphy, buen secundario que con los años iniciaría una exitosa trayectoria política, está más que correcto en el rol del agente federal estadounidense que ayuda desde fuera a su colega mexicano. Muy bien Howard Da Silva, que interpreta a uno de esos personajes que pretende liderar una banda criminal sin ensuciarse las manos, y tampoco desentona James Mitchell en la piel del humilde trabajador mexicano Juan García. Del resto, destacar la excelente labor de Charles MacGraw, Arthur Hunnicutt y Sig Ruman, que da vida al jefe del entramado criminal en el lado mexicano.
Notable película, muy poco conocida, que merece la pena reivindicar como lo que es: un policíaco de gran calidad, cuyo tema es uno de los grandes dramas de nuestro tiempo, dirigido por un cineasta de alto nivel.