RYU TO SOBAKASU NO HIME. 2021. 118´. Color.
Dirección: Mamoru Hosoda; Guión: Mamoru Hosoda; Dirección de fotografía: Manabu Kadono, Jumi Lee y Tetsu Machida; Montaje: Shigeru Nishiyama; Música: Yuta Bandoh, Ludvig Forssell, Miho Hazama y Taisei Iwasaki; Diseño de producción: Anri Jojo y Eric Wong; Dirección artística: Nobutaka Ike; Diseño de vestuario: Daisuke Iga; Producción: Genki Kawamura, Yuichiro Saito, David Jesteadt, Nozomu Takahashi, Stephanie Sheh y Michael Sinterniklaas, para Studio Chizu-NTV-Toho Company-Dentsu-Kadokawa- BookWalker-YTV-Hakuhodo DY Media Partners (Japón).
Intérpretes: Kaho Nakamura (Voz de Suzu/Belle); Ryo Narita (Voz de Shinobu); Shota Sometani (Voz de Chikami); Tina Tamashiro (Voz de Ruka); Rira Ikuta (Voz de Hiroka Betsuyaku); Ryoko Moriyama (Voz de Yoshitani); Michiko Shimizu (Voz de Kita); Koji Yakusho (Voz del padre de Suzu); Ken Ishiguro, Toshiyuki Morikawa, Mamoru Miyano, Ermhoi, Mami Koyama, Kenjiro Tsuda, Takeru Satoh.
Sinopsis: Suzu es una tímida adolescente, traumatizada por la muerte de su madre, poco popular en el instituto en el que estudia. Descubre un mundo virtual, llamado U, en el que se convierte en Belle, una cantante de éxito.
No fuimos pocos los que creímos que Mirai, mi hermana pequeña, supuso un pequeño paso atrás en la hasta entonces inmaculada trayectoria de Mamoru Hosoda, uno de los grandes directores de la animación japonesa de este siglo. Su siguiente proyecto, Belle, arrasó en las taquillas japonesas y obtuvo el reconocimiento casi unánime de la crítica internacional, si bien su cosecha de premios en el carrusel de festivales acabó quedándose por debajo de las expectativas. Y de su calidad, porque Belle tiene mucho de obra mayor.
Por si alguien no lo tiene claro, servidor es de gustos clásicos, y opina que, en lo que al cine se refiere, ninguna versión de La bella y la bestia ha igualado a la dirigida por Jean Cocteau muchos años antes de que quien esto escribe apareciera por el mundo. Eso, y que la anterior película de Hosoda me había dejado cierta sensación agridulce, me hizo encarar el visionado de Belle con un escepticismo que tardó pocas escenas en disiparse. Como acostumbra a ocurrir en las películas del director, los protagonistas son marginados, no tanto en lo económico como en la posición social que ocupan en un mundo que cada vez es más un gran escaparate. Habría que tener una gran agudeza visual para encontrar en él a Suzu, una adolescente tímida y pecosa, incapaz de superar la repentina pérdida de su madre, que ha abandonado su pasión infantil por cantar y escribir canciones y apenas destaca en un instituto en el que, como en casi todos, las jerarquías vienen determinadas por la estética. Suzu sólo tiene una amiga, la inteligente Hiro, aunque conserva lazos desde la infancia con Shinobu, el alumno más popular del instituto. Es a través de Hiro que Suzu conoce U, un mundo virtual en el que los millones de usuarios pueden vivir existencias paralelas. Allí, la joven se convierte en Belle, un avatar que le permite desarrollar las habilidades musicales que es incapaz de hacer fluir en el mundo real. De repente, la joven anónima se convierte en una celebridad virtual, con millones de seguidores, cuyo primer concierto es arruinado por una criatura, el Dragón, perseguida por sembrar el caos en U, pese a ser muy popular para los niños. Este hecho hace que Belle se interese por un personaje que, al principio, recibe sus atenciones con hostilidad.
La película es suntuosa en cuanto a la estética, alternando de manera magnífica la animación tradicional, empleada para mostrar la vida de Suzu, y las imágenes creadas por ordenador, que son las que describen el mundo virtual de U. Hosoda es un director que sabe ser sobrio, pero a quien parece no interesarle ese rasgo en la puesta en escena. Se decanta con claridad por el espectáculo, y lo hace de una forma que fascina al espectador, con virtuosos travellings y un gusto exquisito por el detalle. Hay escenas, como el asalto de los presuntos justicieros de U al castillo/refugio del Dragón, que consiguen dejar a la audiencia con la boca abierta. A esto hay que añadirle la aportación de una banda sonora excelsa, de las mejores que uno haya escuchado en el anime. El ingente trabajo técnico, que dio lugar a imágenes de gran belleza, tiene su justa réplica en el esfuerzo del cuarteto de compositores, alguno de ellos con experiencia en el mundo de los videojuegos, de los que el más conocido es Taisei Iwasaki, capaces de crear unas canciones que, desde una clara orientación al gusto adolescente, poseen una calidad difícil de encontrar en la música que suele consumir la gente de esas edades, y una partitura intensa y vibrante que acaba de dar forma a un espectáculo artístico de primera clase.
A nivel narrativo sí puden ponérsele algunos peros a la película, que abarca demasiados temas para resolverlos bien todos y se deja llevar por un final demasiado complaciente, que parte de algunas premisas tramposas, como la excelente relación entre las estrellas del instituto y los outsiders de las aulas, punto en el que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Como sucede en El niño y la bestia, el máximo interés de Hosoda es mostrar cómo dos marginados, que responden a esa condición con aislamiento o brutalidad, pueden unirse para superar sus miedos y reinar en el mundo. El guión, con todo, posee inteligencia y sensibilidad, con algunas escenas emocionantes. Hay temas que sí se exponen de una manera redonda, como el carácter de pim-pam-pum a escala planetaria de unas redes sociales cuya evolución, por decir algo, no hace más que ratificarme en la idea de que la libertad de expresión debería quedar circunscrita a quienes sabemos comunicarnos con algo más que berridos. Que los guardianes del orden en el mundo virtual sean más siniestros que aquellos a quienes persiguen tampoco es un detalle baladí. Y que, sin ser la película un musical propiamente dicho, Hosoda ponga en el centro de la ecuación la tremenda capacidad emocional y terapéutica de la música frente al sinsentido del mundo es algo que le honra.
Hosoda tenía especial interés en que la protagonista de Belle supiera cantar, y para ello contrató a la joven vocalista Kaho Nakamura, que no sólo cumplió con nota muy alta en ese campo, sino que participó también en la escritura de la letra de algunas de las canciones que interpreta. En el papel de Suzu, Nakamura muestra un nivel más terrenal, pero es evidente que las características del personaje empujaban a priorizar el aspecto melódico, y el film sale beneficiado de ello. Ryo Narita es un actor en ascenso, que ya tenía experiencia en películas de animación importantes, y que aquí supera con buena nota el desafío de interpretar a Shinobu, un privilegiado adolescente bastante menos idiota que los seres reales de esa naturaleza. Otro intérprete nipón joven, trabajador y en auge es Shota Sometani, que ya había participado en El niño y la bestia, y que aquí se encarga de poner el punto humorístico prestando su voz al excéntrico piragüista Chikami. Tina Tamashiro, una actriz cuyo nombre será, me atrevo a promosticar, mucho más conocido en el futuro, mantiene el listón alto del elenco a la hora de interpretar a la despierta e inteligente Hiro. Koji Yakusho se luce, lo cual no es novedad, y de actores tan expertos como Toshiyuki Morikawa, Sumi Shimamoto, Mami Koyama o Mamoru Miyano sólo podíamos esperar lo que ofrecen: un desempeño riguroso y profesional.
De los tres largometrajes que he visto de Mamoru Hosoda, Belle es, en muchos aspectos, el mejor. No es perfecto, pero contiene varias escenas muy difíciles de superar, y es susceptible de apasionar a públicos de muy distintas edades y latitudes de la misma forma en que lo hizo con los críticos que asistieron a su estreno en el festival de Cannes.