VARJOJA PARATIISISSA. 1986. 74´. Color.
Dirección: Aki Kaurismaki; Guión: Aki Kaurismaki; Dirección de fotografía: Timo Salminen; Montaje: Raija Talvio; Música: Miscelánea. Canciones de Klaus Treuheit, Albert Collins, Elmore James, John Lee Hooker, Guty Cárdenas, etc.; Dirección artística: Pertti Hilkamo; Producción: Mika Kaurismaki, para Villealfa Filmproductions (Finlandia)
Intérpretes: Matti Pellonpaa (Nikander); Kati Outinen (Ilona); Sakari Kuosmanen (Melartin); Esko Nikkari, Killy Kongas, Pekka Laiho, Jukka-Pekka Palo, Svante Korkiakoski, Mari Rantasila.
Sinopsis: Un basurero de Helsinki conoce a la cajera de un supermercado.
Todavía sin haber entrado en la relación de nombres importantes del cine de autor europeo, Aki Kaurismaki rodó Sombras en el paraíso, film que constituye el embrión de su acceso a la categoría antes mencionada, y que anuncia muchas de las constantes de su obra, que si alguna virtud posee, es la coherencia. En el momento de su estreno, poco se supo de esta película allende las fronteras de Finlandia, más allá de los muy versados en las cinematografías nórdicas, pero la fama posterior de Kaurismaki supuso su recuperación para públicos algo más amplios, aficionados al estilo tan personal del director.
En una época en la que Hollywood, al margen de su predilección por los filmes de acción viril, impuso el predominio en las taquillas de un tipo de películas románticas almibaradas y glamourosas, Aki Kaurismaki narró, con sus peculiares formas, la historia de amor entre un basurero y una cajera de supermercado. No sólo la clase social de sus protagonistas situaba a Sombras en el paraíso en las antípodas de la clase de obras que llegaban desde el otro lado del océano, sino que también la narrativa del director se definía por una mirada irónica a los clichés del cine romántico a la vieja usanza. Nikander e Ilona pertenecen a esa clase de individuos que el sistema capitalista devora y escupe con la despreocupación de quien sabe que nunca le va a faltar la materia prima, es decir, la carne de cañón. Que un director repare en esta clase de personas, y que además lo haga sin utilizarlas como soporte/excusa para una obra de denuncia social al servicio de su ideología política, describe a ese artista de una forma muy precisa. En esta película, el mensaje no es el punto de partida, sino que se llega hasta él a través de la descripción realista del día a día de unas personas de quienes, como diría Joaquín Sabina, los diarios nunca hablan. Forma y fondo se corresponden: la parca narrativa de Kaurismaki, con un montaje heredero del estilo de Eisenstein y el cine soviético, se corresponde con la actitud de unos personajes de pocas palabras y gestualidad minimalista. Véase, por ejemplo, la escena en la que Nikander llega sangrando al supermercado, e Ilona le cura sus heridas en la trastienda. Cualquier narrador convencional se decantaría por mostrar el nacimiento del romance de un modo enfático, pero Kaurismaki lo filma con el mismo arrebato emocional que tendría si lo que estuvieran retratando sus cámaras fuera la caída de un papel al suelo, y la expresión de los protagonistas no difiere mucho de la que mostrarían en caso de ver precisamente eso. Por no hablar del rostro de Ilona en la escena en la que acompaña a una amiga a un club nocturno, que es la viva imagen del aburrimiento. Lo que describo, parece decirnos Kaurismaki, es el devenir de dos personas marcadas por el fracaso y a quienes les une, más que ninguna otra cosa, una soledad absoluta, así que no esperéis grandes alharacas.
Cielo gris, barrios periféricos de la capital finlandesa y subempleo, esa es la atmósfera en la que se desarrolla la película, en la que destaca el notable trabajo en la iluminación de Timo Salminen, el camarógrafo de referencia para Kaurismaki. En una obra del todo ajena al glamour (que la pareja no consiga entrar en un restaurante de tronío lo dice todo), un director tan melómano como él recurre con frecuencia al blues de Chicago para servir de apoyo a lo que vemos en pantalla, el modo de vida de la facción de la clase obrera más cercana a dejar de serlo y pasar directamente a la indigencia. El mayor despliegue emocional se lo debemos también a la banda sonora, y en concreto al bolero Dile a tus ojos, interpretado por Guty Cárdenas. En lo de mostrar al mundo comunista como alternativa para los antihéroes de su historia no puede decirse que Kaurismaki estuviese muy profético, pero una cosa que siempre se le dio muy bien es mostrar las taras del sistema sin aspavientos, virtud que, como podemos apreciar en Sombras en el paraíso, ya poseía en sus primeros trabajos.
El malogrado Matti Pellonpaa fue el encargado de dar vida a Nikander, el adusto empleado de limpieza cuyos pasatiempos preferidos son el alcohol y los cigarrillos. Este actor importante del cine finés encajó a la perfección en el universo fílmico de Aki Kaurismaki, con quien colaboró desde sus inicios. Aquí se encarga de un personaje que en ocasiones tiene la tentación de abandonarse a la corriente, pero que en general lucha por prosperar dentro de una sociedad que no se lo pone fácil. Notable desempeño el suyo. Kati Outinen, que aquí debutó con el director a quien más ligada ha estado en su carrera, interpreta a Ilona, una mujer infeliz y caprichosa que observa con desconfianza la oportunidad que se le presenta de dar un giro a su destino, o por lo menos de hacerlo más soportable, junto a Nikander. Su trabajo justifica la aprobación de Kaurismaki, que ha contado con ella en muchas de sus películas posteriores. El único secundario importante es Sakari Kuosmanen, cantante con una carrera cinematográfica de interés, que aquí encarna de forma más que correcta a un aventajado proyecto de desecho social que, después de ser rescatado del hoyo por Nikander, le corresponde haciendo lo mismo cuando es el protagonista quien se empeña en dejar de remar.
Aki Kaurismaki aún tenía que dar lo mejor de sí mismo como director, pero Sombras en el paraíso es una primeriza demostración de sus cualidades como cineasta que merece un destino mucho mejor que el cajón del olvido.