PLATINUM BLONDE. 1931. 85´. B/N.
Dirección: Frank Capra; Guión: Jo Swerling, basado en un argumento de Harry Chandlee y Douglas W. Churchill. Diálogos de Robert Riskin; Dirección de fotografía: Joseph Walker; Montaje: Gene Milford; Música: Irving Bibo, Bernhard Kaun y David Broekman; Dirección artística: Stephen Goosson; Producción: Harry Cohn, para Columbia Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Loretta Young (Gallagher); Robert Williams (Stew Smith); Jean Harlow (Ann Schuyler); Louise Closser Hale (Sra. Schuyler); Halliwell Hobbes (Mayordomo); Reginald Owen (Grayson); Edmund Breese (Conroy); Donald Dillaway (Michael Schuyler); Walter Catlett (Bingy); Claude Allister (Dawson); Olaf Hytten, Hal Price, Suzanne Wood.
Sinopsis: Un periodista de espíritu bohemio se introduce en la alta sociedad a raíz de su romance con la heredera de una familia de millonarios.
Una vez finalizada la que para muchos representa su primera obra mayor, La mujer milagro, Frank Capra se puso manos a la obra con La jaula de oro, u proyecto concebido a mayor gloria de Jean Harlow, por entonces en plena ruta hacia el estrellato gracias a sus papeles en Los ángeles del infierno y El enemigo público. En las manos de Capra, el film derivó hacia otros derroteros, pues lo que priman son los aspectos que sitúan a esta obra como uno de los primeros ejemplos de la screwball comedy, subgénero que en pocos años arrasaría en Hollywood, y los elementos de crítica social presentes en otras obras contemporáneas del director. Sin llegar a reventar taquillas, ni a entusiasmar a la crítica en grado sumo, la buena acogida a La jaula de oro afianzó a Frank Capra en su camino hacia el Olimpo de los directores del cine norteamericano clásico.
En su forma de retratar el periodismo, el guión de la película, cuyo principal responsable es Jo Swerling, figura clave en las primeras obras de Capra, bebe de manera manifiesta de lo expuesto en The front page, pieza teatral de Ben Hecht y Charles MacArthur cuya primera adaptación cinematográfica había llegado a las salas apenas unos meses antes del estreno de La jaula de oro. Tanto el principal personaje masculino, el cínico y mordaz reportero Stew Smith, como sus compañeros de redacción y el director del periódico en el que trabaja, encajarían como anillo al dedo en la mencionada obra. Tan brillante como holgazán, Smith es obligado a vencer su comprensible alergia al trabajo para dirigirse a la mansión de los Schuylne, una acaudalada familia neoyorquina sumida en el escándalo por el idilio del heredero de la estirpe con una cabaretera, que ha decidido que el mejor destino para las cartas de amor que el joven le envió son las imprentas de los periódicos. Hombre de mundo, y conocedor de las particulares maneras de la alta sociedad, Smith consigue ganarse a la familia Schuylne, y en especial a Ann, la otra hija y heredera, con quien inicia un romance que culmina en matrimonio pese a las reticencias de la matriarca y del abogado que lleva los asuntos legales de la familia. Muy pronto, sin embargo, Smith se sentirá ahogado en ese mundo de lujo, ociosa banalidad y férreo clasismo.
Son muchos los elementos característicos de la screwball comedy que aparecen en La jaula de oro: la guerra de sexos, el glamour, el ritmo acelerado (que Capra acentúa utilizando con frecuencia el barrido), los diálogos rápidos y punzantes (a cargo de Robert Riskin, posteriormente el guionista vinculado a los mayores éxitos del cineasta de origen siciliano), un triángulo amoroso con mucho de montaña rusa y el alegato a favor de la honestidad y la alegría de vivir frente al esnobismo y los rígidos comportamientos de una clase alta, en esta ocasión la neoyorquina, a la que se retrata como el presuntuoso y exagerado remedo de la aristocracia europea que siempre ha sido. A pesar de la magia del romance, para Stew Smith el matrimonio con la rica heredera supone una alienación: para encajar en el trivial y clasista mundo que le ha acogido muy a regañadientes, él debe convertirse en quien no es. La fiesta de sus colegas en la mansión, mientras el resto de la familia está en una de esas recepciones de alcurnia que al reportero le resultan tediosas, y que él aprovecha para escribir la obra de teatro que lleva mucho tiempo en su cabeza, junto al que es de verdad su gran amor, su colega Gallagher, supone su liberación, la tijera que corta la cuerda que le agobia. Capra utiliza un plano picado lleno de intención para mostrar lo empequeñecido que se ha quedado el brillante reportero en la mansión imponente en la que no deja de ser un invitado molesto. En este sentido, el título español de la película es de lo más ilustrativo.
Frank Capra, que siempre tuvo muy claro que su principal objetivo era entretener al público ofreciéndole un mensaje humanista y cargado de optimismo, muestra muchas de las mejores virtudes de su cine en este film, consiguiendo trascender las estrecheces presupuestarias y el hecho de que la obra fuera concebida como vehículo de lucimiento para una joven actriz (véase su título original) en meteórica carrera hacia el estrellato. Para el espectador, La jaula de oro es una película de Capra en la que sale Jean Harlow, lo que dice mucho de la personalidad de un director muchas veces desdeñado por la crítica más elitista. Divertida, concisa y llena de ritmo, esta película deja claro que la importancia de la elipsis en el cine: entre las escenas más relevantes de la película hay una que no se muestra, como es la boda entre Stew y Ann. La ruptura, en cambio, se escenifica con detalle.
Sin desmerecer el trabajo de Jean Harlow, a cuya consagración esta película ayudó en buena manera, el film no le pertenece. En parte, quizá porque asume el rol más ingrato del triángulo protagonista, pero también porque el desempeño de sus compañeros es superior. El peso de la comedia recae en Robert Williams, un soberbio actor, curtido en los escenarios de Broadway, fallecido trágicamente a pocos días del estreno del film a causa de una peritonitis. Viendo su magnífica interpretación, uno no puede dejar de pensar en lo mucho que hubiese podido ofrecer Williams frente a las cámaras en los años siguientes. Loretta Young, una de las grandes actrices del Hollywood clásico, le da una réplica perfecta a su compañero en el rol de una mujer brillante, humilde y enamorada. Harlow exhibe su lado más sexy, pero muestra unas limitadas dotes para la comedia, como si no acabara de encajar en los esquemas del director. Eso sí, como ricachona castradora y esnob, su nivel es más alto. De los secundarios, magnífico Halliwell Hobbes en el papel del mayordomo, y buena nota también para Louise Closser Hale, que da vida a la hiperclasista matriarca Schuylen. Otro que se luce es Walter Catlett, muy divertido en un rol que estrecha los lazos entre La jaula de oro y The front page, en la que había aparecido en un registro muy similar.
Una gran comedia de Frank Capra, digna de ser reivindicada.